miércoles, diciembre 30, 2020

Acaba un año difícil, el año que vivimos peligrosamente, el año de las videoconferencias y las mascarillas, el año del confinamiento y las restricciones, de los gritos y los aplausos. Estos días muchos lo maldicen con razón, se acuerdan del dolor y la miseria y pretenden olvidarlo cuanto antes, pero yo prefiero quedarme con lo que aprendimos. Aprendimos que somos más fuertes de lo que creíamos, que podemos vivir con mucho menos y que no necesitamos la mayoría de nuestras pertenencias. Aprendimos a valorar cosas a las que no dábamos importancia y descubrimos a quién de verdad echábamos de menos, cuáles eran para nosotros las actividades esenciales y las personas de primera necesidad. Fuimos capaces de sacrificarnos para conseguir el bien común, de resistir más allá de nuestros límites y levantarnos después de cada caída. Aprendimos que juntos vencemos a la adversidad y superamos las desgracias, que la distancia no siempre es el olvido y que lo que consideramos “normal” es algo extraordinario. Aprendimos que hay gente que nunca aprende, con esos también contábamos, que cada día cuenta no es una frase hecha, que no hay mal que cien años dure y que el mañana es hoy, aunque todo eso ya lo sabíamos pero no lo practicábamos. Aprendimos a vivir sin miedo pero con precaución, a mantener la distancia de seguridad con quien no nos conviene, a romper las barreras emocionales aun manteniendo las físicas y a mirar al futuro con esperanza. Nadie ha salido indemne del 2020. Un año que no olvidaremos, en el que nos conocimos mejor y del que ojalá salgamos fortalecidos. Esperemos que 2021 sea el año de las vacunas y los abrazos, del renacimiento y el reencuentro. Feliz año a todos.



lunes, diciembre 28, 2020

Ya puedes conseguir mi nueva novela "El día que mataron a John Lennon" por solo 15 € (gastos de nevío incluidos a España) en mi página web www.bernardoclaros.com o enviándome un correo a bernadoclaros@hotmail.com.

Sinopsis

El 8 de diciembre de 1980 John Lennon fue asesinado en Nueva York. La noticia tuvo un enorme impacto mundial. Para el protagonista de esta novela, un chico de quince años que vive en Madrid, admira al ex-Beatle de forma incondicional y quiere ser músico, su muerte supondrá un duro impacto que marcará en su vida un punto de inflexión decisivo, tras atravesar una serie de experiencias que le colocarán al borde del abismo.

Son tiempos de cambio en plena Transición, con el comienzo de la Movida madrileña, los años de plomo del terrorismo de ETA y una intensa agitación social. Los jóvenes, desencantados con el rumbo de la democracia e incapaces de vislumbrar un futuro, buscan romper con lo establecido y divertirse a toda costa, aún siguiendo el peligroso camino de las drogas que les llevará al drama de la heroína, mientras los menos afortunados intentan sobrevivir en un mundo de delincuencia y marginación. En ese ambiente enrarecido, nuestro protagonista trata de hallar su identidad a través de una serie de sucesos traumáticos que le conducirán de forma brusca a la pérdida acelerada de la inocencia.


domingo, diciembre 27, 2020

Amanezco con la misma sensación repetida de no haber avanzado nada después de todo lo sucedido, como si hubiera dado un giro de 360 grados, de esos con los que te quedas igual pero un poco más mareado. Es el día de la marmota de nuevo, el eterno retorno cada amanecer. Soy incapaz de deshacerme de los fantasmas del pasado. Para mí no tiene mucho sentido vivir apegado a las costumbres, ignorando incluso el riesgo que eso conlleva, aunque puedo llegar a entender que haya quien prefiera arriesgar la vida antes que abandonar lo único que le da sentido. Para quien no conoce nada diferente, la repetición es el único argumento de la obra. Necesitan asistir cada día a la misma representación para asegurarse de que todo está en su sitio y desconfían de cualquier mínimo cambio que se atreva a amenazar la frágil estabilidad de su pequeño mundo inmutable. Pero no habremos aprendido nada si al final nos quedamos como estábamos. No se trata tan solo de cambiar la actitud, sino modificar las conductas. No deberíamos perder la oportunidad de reinventarnos, adoptar nuevas rutinas que nos proporcionen una vida más plena, redescubrir cosas que teníamos olvidadas, desprendernos de todo aquello que nos disgustaba para quedarnos solo con lo que amamos y barrer la basura que queda en casa. Aprender a gestionar las horas del día de otro modo aunque los demás no lo comprendan e incluso lo critiquen, proponer un camino alternativo al obligado, una forma diferente de mirar y decir, liberarse de todo lo que nos ata y aferrarnos a lo que nos une. Creo firmemente en ello, pero todavía no sé cómo hacerlo.


martes, diciembre 22, 2020

Bajo a la calle con la sensación de habitar un mundo raro al que no pertenezco y no consigo acostumbrarme al horror cotidiano. Poco a poco voy asumiendo la realidad, acepto mi condición y no opongo resistencia ni me dejo alterar por contratiempos banales, contemplando con desdén mis insignificantes problemas mientras trato de comprender qué es lo que todos buscamos: recordar solo lo bueno sin que la nostalgia nos desborde, esquivar el dolor cada mañana, soñar la eternidad, encontrar tu lugar, que nada te importe demasiado ni demasiado poco, no esperar nada de nadie y agradecer lo que recibamos, tener algo por lo que luchar sin morir en el intento, recibir un mensaje de apoyo o una llamada inesperada, compartir un café con alguien a quien le importas, mirar con fe al futuro como si creyéramos en los milagros... una melodía sanadora, una sillita al sol, la vida a ratos, en pequeñas dosis, mantener la esperanza y no dejar que el miedo nos alcance.


 

lunes, diciembre 07, 2020

En el momento en que admites que no puedes controlarlo todo, empiezas a vivir. Durante mucho tiempo he intentado llegar siempre puntual, cumplir estrictamente con mis obligaciones, incluidas las autoimpuestas (que son la mayoría), agradar a todo el mundo en todo momento y no cometer el más mínimo error, algo que me resultaba imposible de lograr. Vivía permamentemente agobiado por la posibilidad de fallar en alguna de mis tareas, de no llegar a tiempo a una cita, de ofender a alguien de palabra, obra u omisión, de causar molestias innecesarias y, cómo no, de quedar en ridículo ante los demás. Y a pesar de todo mi esfuerzo, era incapaz de conseguirlo. Siempre había alguien a quien le parecía mal mi comportamiento, algo que no salía como deseaba, cometía errores estúpidos que después me impedían conciliar el sueño y vivía instalado en un estrés perpetuo del que no sabía desprenderme. Es un bucle peligroso que te conduce de forma irreversible a la depresión y la ansiedad.

Aceptar tus imperfecciones, reconocer que hay cosas que no dependen de ti y por lo tanto no puedes hacer nada para que cambien, soportar hasta las más absurdas opiniones con serenidad, es el principio básico para lograr una vida plena que tanto nos cuesta asumir. Conocemos a la perfección la teoría, pero a la hora de la verdad seguimos enfadándonos por lo que otros hacen, nos molestan las opiniones diferentes a la nuestra, nos desconciertan comportamientos extraños que no logramos comprender y nos hacen perder los nervios. A menudo no podemos evitar una reacción visceral de rechazo, frustración o rabia. Es nuestro instinto animal quien actúa en esos casos, pero no podemos dejar que nos domine y nos condicione hasta manejarnos a su antojo. Dejar de intentar controlar todo lo que pasa es el primer paso para que todo comience a funcionar. Tan solo respirar hondo, tomar conciencia de tu lugar en el mundo y dejar que todo fluya por sí solo sin intentar controlarlo, porque cuando comprendamos que el mundo no necesita de nuestra intervención para seguir girando cada día habremos comenzado a vivir de verdad.


 

jueves, diciembre 03, 2020

A menudo tengo la sensación de seguir tocando el violín mientras el barco se hunde. Fingimos que no pasa nada y que todo está bajo control, pero sabemos que no es así. Está bien tratar de aislarse del ruido y no dejarse llevar por el pánico que nos empuje a saltar al agua de cualquier modo, pero no tiene sentido actuar como si la cosa no fuese con nosotros. Poner un poco de sensatez en mitad del caos no significa ignorar la realidad en que nos hallamos inmersos. Hay que mantener la calma durante la tormenta, pero estar siempre atentos a las posibles vías de escape. No tiene sentido seguir haciendo cada día lo mismo que hacías antes, aunque algunos se empeñen en fingir una forzada normalidad. En momentos así te das cuenta de que muchas de las cosas que hacías no eran tan importantes como creías, pero sigues aferrándote a tus costumbres como un medio más o menos eficaz para controlar tus miedos y mantener a flote la esperanza de que nuestro mundo no cambie demasiado. No podemos comportarnos del mismo modo en el campo de batalla mientras caen las bombas a nuestro alrededor como si estuviéramos tranquilamente en el salón de casa, pues eso nos lleva en ocasiones a adoptar comportamientos arriesgados y absurdos. Probablemente, cuando tomemos conciencia de la realidad, no quede sitio para nosotros en el bote salvavidas. Y mientras tanto nos sometemos a todas las exigencias aparentando una normalidad ficticia seducidos por el dulce sonido de una melodía embaucadora.