miércoles, abril 24, 2024

Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era esto lo que buscaba. Instalado en la insatisfacción permanente, fui incapaz de reconocer la excelencia. Me afanaba en perseguir espejismos remotos, combatía enemigos invisibles y nada de lo que existe me resultaba suficiente. Todo era poco y lo mucho me hastiaba. Despreciaba cualquier logro o reconocimiento, como si todo perdiese su valor al tenerlo entre mis manos. Pretendía convertirme en alguien que en el fondo detesto y soñaba cosas que si hoy me las ofrecieran rechazaría sin dudar. Pero ahora me doy cuenta de que esa no era la vida que quería, sino la que me habían hecho creer que deseaba. Siento la armonía de este instante inigualable y reconozco que nada me falta, aunque a veces me queje por vicio para no caer en la autocomplacencia. Admito que tengo todo lo que necesito, si no más: una familia perfectamente imperfecta, pocos amigos pero verdaderos, un trabajo lo suficientemente complejo y satisfactorio para hacerme sentir útil y valorado, un espacio privado donde refugiarme cuando afuera truena, algunas metas superadas y otras tantas aún por alcanzar sin obsesionarme con ellas, un tiempo para reír y otro para llorar y unas cuantas manías con las que mantener ocupada mi cabeza. No envidio a nadie ni me cambiaría por ninguno. No echo de menos lo perdido ni tengo miedo a lo que vendrá. Hoy puedo decir que he llegado, y que este es el lugar donde quiero quedarme para siempre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario