martes, noviembre 05, 2002

Estoy aquí llamándote cada día, pidiendo auxilio a gritos, y sólo obtengo por respuesta el eco burlón de mi voz debilitada,
y mis fuerzas están a punto de agotarse, aunque reconozco que nunca fueron demasiadas,
tengo ganas de rendirme,
de dejarme llevar en la suave inconsciencia
y renunciar.
No lo quieres creer, te niegas a aceptar la realidad durante mucho tiempo pero finalmente todos tus temores se ven confirmados y un día te das cuenta de que estás solo, cuando alguien te ataca y nadie te defiende.
Es una forma muy dura de darte cuenta de las cosas.
Pero era necesario reconocerlo. Aunque no te guste la manera tienes que agradecer el resultado.
Al fin sabes de lo que dispones.
Eres tú solo contra un mundo hostil en el que te sientes extranjero.
Muchas veces siento ganas de llorar pero no sé por qué o por quién hacerlo y no consigo provocar las lágrimas que alivien las pena.
Estoy cansado. De luchar, de buscar, de sufrir, de vivir, de tener que hacerlo cuando ya no quedan motivos con los que poder engañarnos.
Me siento como una solitaria hoja caduca a punto de caer.

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