Me he instalado demasiado cómodamente en este mudo que han creado para mí sin mi consentimiento, y aunque no me siento nada bien en su interior no me atrevo a intentar salir de él a buscar otra realidad mejor ahí afuera, porque tengo la funesta sospecha de que no existe.
Por eso me limito a dejarme llevar y a no preguntarme por lo que habrá en el exterior de la caverna, porque ese no es mi mundo y no sabría qué hacer en él.
Aunque me parece que eso es sólo una excusa, porque la mayoría de las veces tampoco sé que hacer aquí.
Este mundo cotidiano al que me he acostumbrado es el único que puedo habitar, no podría renunciar a mis costumbres, a mis mezquindades, lamentos y reproches y a mi forma particular de sobrevivir , aunque no sea la mejor.
Me siento como Truman, viviendo en un mundo de cartónpiedra que no es verdadero, desconociendo el exterior, que tampoco debe ser mejor que esto.
Pero todos lo hacemos, como dicen en la película “Aceptamos la realidad del mundo tal y como nos la presentan, así de sencillo”, no deseamos complicarnos, preferimos nuestra celda, como dicen de Truman “si estuviera mínimamente decidido a descubrir la verdad no podríamos impedírselo”, pero no lo estamos, nos da miedo la verdad.
A veces algunos, no somos mayoría, dudamos si deberíamos intentar salir de aquí, pero pensamos lo mismo que le dice Christof: “Ahí afuera no hay más verdad que la que hay en el mundo que he creado para ti. Las mismas mentiras, los mismos engaños...” y finalmente cedemos y nos acogemos a esta gris realidad que no nos complace demasiado ni demasiado poco. Preferimos lo malo conocido, no tenemos el valor de Truman. No estamos preparados para la cruda realidad.
Por eso no nos atrevemos a apostar, siempre minusvaloramos nuestras cartas, pensamos que ahí afuera no se gana ninguna partida.
Esto no es gran cosa, pero podría ser peor.
Ah, por cierto, por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches.
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