domingo, mayo 12, 2024

Me rebelo contra la resignación que destruye mi inocencia, detesto mi habitual conformismo y pasividad que me convierten en cómplice, siento asco, pena y vergüenza cuando las imágenes de guerra, muerte y destrucción no consiguen remover mi interior ni provocar más que un leve rechazo pasajero, acostumbrado a ellas como a la mentira cotidiana; cuando me cruzo por la calle con personas que sufren sin que hagamos nada por ellas, cuando desvío la mirada ante quien necesita ayuda o si alguien de mi entorno lo pasa mal y no le ofrezco mi apoyo, cuando miro para otro lado y justifico el engaño, cuando comprendo al vago, al pícaro o al tramposo, cuando tolero al mentiroso, cuando no alzo la voz contra la injusticia, cuando asumo como normal lo que no debería suceder jamás, cuando pongo excusas para no mover un dedo, cuando no me conmueven las lágrimas ajenas, cuando todo a mi alrededor se derrumba y no cumplo con mi parte, cuando por egoísmo, comodidad o miedo renuncio a luchar contra los tiranos que nos someten y asumo la tragedia como inevitable sin cuestionármelo, cuando me encojo de hombros diciendo “¡Y qué puedo hacer yo!” Siento que mi actitud me empequeñece, mi cobardía me desautoriza, mi silencio me condena, y reniego de mí mismo cuando consiento, callo u olvido... porque me niego a acostumbrarme, porque, pese a todo, aún sigo empeñado en evitar que el dolor me sea indiferente.



sábado, mayo 04, 2024

Una de las cosas que considero importantes, quizás la más importante, es conocer en todo momento cuál es tu lugar, no pretender ocupar una posición que te es ajena ni tratar de desempeñar un papel que no te corresponde. Dicho así parece sencillo, pero te aseguro que no lo es, por lo menos para mí. A menudo caigo en el error de solicitar más atención o reclamar una recompensa que no merezco, y cuando me doy cuenta de mi metedura de pata, me castigo duramente por mi estúpida pretensión. Es natural que, a veces, cuando tu vida resulta monótona y poco interesante, busques dar un paso al frente para asumir una responsabilidad mayor y emprender nuevos retos que enriquezcan tu vida, pero casi siempre eso solo lleva a la frustración y el desengaño. Ante todo debes procurar no dejar al descubierto tu incapacidad, asumir tu rol para no quedarte en fuera de juego y renunciar a metas lejanas que en tus desvaríos creíste a tu alcance, no pretender llevar a cabo tareas que no son de tu competencia, esmerarte tan solo en cumplir a la perfección con tu minúsculo papel de actor secundario sin interferir en el buen desarrollo de la obra tratando de ensombrecer al protagonista y limitarte a ocupar ese pequeño y discreto espacio que te ha sido asignado y del que tanto reniegas. Tan difícil como fundamental es ocupar tu lugar, esperar paciente en silencio, asumir tus límites con humildad y tus carencias con resignación, dar un paso atrás cuando es necesario y observar desde la sombra la dicha ajena de la que no fuiste invitado a participar, no pedir nunca más de lo que estén dispuesto a entregarte, conformarte, aceptar, asentir... darte cuenta de que no eres tan importante como por un momento te habías imaginado y que, en realidad, no significas nada para nadie, pues en toda esta inmensa farsa no eres más que un simple figurante.


 


 

miércoles, abril 24, 2024

Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que era esto lo que buscaba. Instalado en la insatisfacción permanente, fui incapaz de reconocer la excelencia. Me afanaba en perseguir espejismos remotos, combatía enemigos invisibles y nada de lo que existe me resultaba suficiente. Todo era poco y lo mucho me hastiaba. Despreciaba cualquier logro o reconocimiento, como si todo perdiese su valor al tenerlo entre mis manos. Pretendía convertirme en alguien que en el fondo detesto y soñaba cosas que si hoy me las ofrecieran rechazaría sin dudar. Pero ahora me doy cuenta de que esa no era la vida que quería, sino la que me habían hecho creer que deseaba. Siento la armonía de este instante inigualable y reconozco que nada me falta, aunque a veces me queje por vicio para no caer en la autocomplacencia. Admito que tengo todo lo que necesito, si no más: una familia perfectamente imperfecta, pocos amigos pero verdaderos, un trabajo lo suficientemente complejo y satisfactorio para hacerme sentir útil y valorado, un espacio privado donde refugiarme cuando afuera truena, algunas metas superadas y otras tantas aún por alcanzar sin obsesionarme con ellas, un tiempo para reír y otro para llorar y unas cuantas manías con las que mantener ocupada mi cabeza. No envidio a nadie ni me cambiaría por ninguno. No echo de menos lo perdido ni tengo miedo a lo que vendrá. Hoy puedo decir que he llegado, y que este es el lugar donde quiero quedarme para siempre.



sábado, abril 20, 2024

El tiempo de la espera es el más difícil. No puedes hacer nada para que llegue el momento deseado, pero tampoco puedes dejar de pensar en él. Lo peor es la duda de si llegará o no. El tiempo se expande y tu vida se convierte en una sala de espera sin que tengas ni idea de lo que hay al otro lado de la puerta. Tratas de entretenerte con ocupaciones insustanciales que distraigan la espera sin apartarte de tus metas. Al principio esperas con ilusión, con confianza, con la certeza de que, tarde o temprano, lo que ansías sucederá y todos tus sueños se harán realidad, porque así te han enseñado a pensar. Pero poco a poco la esperanza se transforma en incertidumbre, para dar paso a la impaciencia y finalmente a la desolación. Piensas que ya es tarde y que nada sucederá como te lo habías imaginado, pero entonces una señal furtiva renueva en ti el deseo y te hace creer de nuevo en tus fantasías. Nos pasamos la vida esperando, aunque no sepamos muy bien qué. Imaginamos siempre que nos aguarda un destino ideal, como si cualquier tiempo futuro fuera mejor. Ponemos todas nuestras esperanzas en lo que vendrá, repitiéndonos ingenuos que lo mejor está por llegar y que el mañana solucionará tus problemas, pues ya sabes que el tiempo todo lo cura. Pero no es así, no hay un futuro esplendoroso aguardando a la vuelta de la esquina y no tiene sentido esperar que ocurra algo distinto a lo que siempre ha ocurrido, menospreciando a cambio el brillo del presente, como si solo tuviese valor lo que se fue o lo que aún no ha llegado. Lo más difícil en combinar la esperanza con la celebración oportuna que merece el momento actual y no dejar que tu vida dependa de la remota posibilidad de que suceda lo improbable.


 

lunes, abril 08, 2024

Practico con asiduidad el noble arte del arrepentimiento, lamento puntualmente las ocasiones perdidas, reniego de mis frecuentes desvaríos y pido perdón a los damnificados de mis acciones. No soy de esos que presumen de no arrepentirse de nada, tratando de mostrar una seguridad que en el fondo no poseen. Me resulta una actitud hipócrita y presuntuosa que, por otra parte, también disculpo. Asumir las consecuencias de tus actos no implica estar orgulloso de ellos. Yo en cambio suelo arrepentirme de casi todo. A veces pienso que todo lo hago mal y que, si alguna vez he acertado, fue de casualidad. Pero la realidad es que, si analizo de forma global mis infinitos errores, considero que el resultado no está nada mal y que no tengo motivos para la queja ni el desprecio, por lo que no debería avergonzarme de mi pasado. Tal vez soy demasiado duro conmigo mismo y no me perdono cosas que en los demás ni siquiera percibo. Puede que sea mi ingenuo afán de buscar la perfección en todo lo que emprendo lo que me condena a la frustración constante. Tal vez mi educación católica me lleva a considerarme culpable de todo lo que pasa a mi alrededor o incluso en el lugar más recóndito del planeta. Pero no tengo por qué arrepentirme de nada, pues si fallé al menos lo intenté con todas mis ganas, si hice daño fue sin intención. En todo caso, quién estaría dispuesto a tirar la primera piedra. Así que a partir de ahora voy a procurar mirar solo hacia delante y dejar de lamentarme por todo lo que no logré, porque no tiene más valor lo perdido que este exquisito rincón en el que me encuentro.


 

lunes, marzo 25, 2024

Miento cada vez que me preguntan cómo estás o qué te pasa, como todos hacemos. Nos refugiamos en frases hechas para ocultar lo que pensamos y después pagamos a desconocidos para decirles lo que nos pasa porque no nos atrevemos a contárselo a quienes tenemos cerca. Pero es un consuelo inútil que no alivia tu pena. Pero por qué no decir la verdad. Sería más fácil decir lo que nos preocupa, compartir nuestros miedos y esperanzas, revelar nuestros más secretos temores, pedir ayuda cuando haga falta. Por qué fingir que todo está bien, que nada te turba, que nada te espanta, que todo se pasa. Eso no hará que la herida sane ni te ayudará a lograr tus metas más fácilmente. Por qué ocultar lo que nos duele como si fuera un signo de debilidad, por qué mentir incluso a quienes más queremos diciendo que todo va bien, que nada te falta, aparentando tener todo bajo control, como si nos sintiéramos culpables de lo que nos pasa. Tal vez nos iría mejor si sencillamente nos atreviéramos a mirarnos a los ojos y decirle a quien esté dispuesto a escuchar: “No estoy bien. No sé lo que va a pasar. Tengo miedo. Te necesito”.