este no tener por qué sin importarte, esta lenta melodía sosegada que arranca una sonrisa escondida dejándote caer en manos de la desidia, diluirse en horas suaves, abandonar el cuerpo como un lastre que no necesitamos, estar aquí juntos sin ningún motivo, este no querer, no saber, no pensarse, tan sólo algo pequeño y ligero que no duela, para que todo pase como debe, como siempre ha sido, y estar al fin de acuerdo, aquí, donde todo ocurre, y ahí afuera puede ser enero o martes, pero ese no es más nuestro problema ni nos importa, tan sólo esta renuncia extremada, esta costumbre solitaria, la memoria dormida, la piel colmada, en una tarde plena de otoño sin promesas de más nada, sin nostalgias
sábado, octubre 30, 2010
viernes, octubre 29, 2010
Ya sé que muchas de las cosas que empleamos proceden de cadáveres renovados, el papel donde escribo estas palabras, los envases de lo que comemos, vidrio, plástico, aluminio... todo está reciclado, hecho a partir de materiales muertos que tuvieron una segunda oportunidad para volver a integrarse en la perpetua cadena, todo a tu alrededor fue basura desechada, todo en el mundo proviene de un ser anterior, ni siquiera hemos inventado nada, todas las ideas son prestadas, cuerpos reencarnados en otros cuerpos, restos reunidos al azar por el tiempo, estos huesos sufrieron el dolor desde hace siglos, todo lo que existe fue antes otra cosa. Que todo volverá es modesto consuelo y aun así alivia pensar que también nosotros formaremos parte de otros seres que nos concedan una nueva oportunidad para enmendar los errores. Aunque debe ser por eso que a veces tengo la sensación de estar viviendo algo repetido.
jueves, octubre 28, 2010
Ya no vamos a hablar más del asunto, para qué una y mil vueltas a las mismas palabras gastadas por el silencio, no seré más cómplice de tus mentiras ni rogaré por un instante de sensatez, ya no mires más de reojo al pasado buscando un aliado, no permitas que dude más de tus certezas ni aprenda a creer en ellas, ya no digas otra y una vez que no entiendo nada de lo que hay que entender pues no hay nada que entender que no entienda, ya no más porqués o yoquesés o loquetúquierasquesea, ya no estoy para bromas gregarias, vamos sólo a estar aquí uno al lado del otro pasándonos el pan y la sal como dos amantes despistados que no entienden de futuros imperfectos o pasados pluscuamperfectos, vamos a conjugar sólo el presente y a olvidar cualquier otro tiempo verbal, porque ahora ya no vale decir quizás.
jueves, octubre 14, 2010
Seguramente pensarás que no hice todo lo posible, que perdí el tiempo entre estériles dudas y temores debatiéndome entre lo correcto y lo adecuado, a menudo semejantes; me volví adicto a tus mentiras prefabricadas que no saben a nada; tendrás tu propia versión de los hechos que no admite revisión, seguramente me habrás declarado culpable de demasiados innecesarios errores, seguramente querrás convencerme de tus impúdicas razones, perderás el tiempo en ello, siempre fuimos gente de ideas fijas; pero no pretendo cambiar tus recuerdos, asumiré la culpa sin rechazo, estoy acostumbrado a hacerlo, por una vez estamos de acuerdo en algo, sólo tú sabrás por qué no hice siempre todo lo posible para salvarnos.
miércoles, octubre 13, 2010
Tú mismo pones el limite, decides hasta dónde estás dispuesto a llegar y aunque te parezca inalcanzable siempre hay una buena ocasión para superarte. Porque no hay nada mas que te coarte, nadie viene a marcar tus fronteras sino tan solo tus propias dudas. Tú decides cuánto sacrificio vas a entregar, si merece la pena un nuevo esfuerzo o si has optado por mantener la inercia. No culpes a otras personas, cosas, azares, destinos… nada frena tus deseos sino el miedo al dolor que conllevan. Tú eres las medida de tus propios fracasos.
viernes, octubre 01, 2010
cada noche conspirábamos contra la soledad disfrazada de aburrimiento refugiados en desesperadas barras de sucios bares de carretera buscando la redención en brazos de princesas destronadas, unidos por carencias comunes imposibles de saciar, persiguiendo los mismos espejismos falaces, aunque sospechábamos que el futuro no era lo que imaginamos, ansiábamos el tacto de otros cuerpos extraños para fingirnos cercanos, creyendo en etílicas visiones de grandeza que prometían un nuevo renacer huérfano de pasado para no caer más en el recurrente error del deseo, renunciando a triunfos prolongados que no merecimos descubríamos que no había motivos para el lamento siempre que hubiera tiempo para una ronda más, entregados a un entusiasmo feroz que nos asomaba al precipicio discutíamos sobre el dolor y la vida y todo lo demás como si entendiéramos algo, como que no había nada que entender, sumergidos en la corriente hipnotizante de nuestras voces como un eco reconfortante que nos convencía de todas nuestras dudas, aferrándonos a frágiles certezas que pronto se derrumbaron para domesticar nuestra soberbia, creyendo que no había nada más allá que ese leve acontecer suave en que se convertían nuestros días vulgares desprendidos de trascendencia, renunciando a esperar nada para no disminuir el instante incuestionable, complaciéndonos en incumplir cualquier expectativa nos dejábamos atrapar por promesas de fugacidad eludiendo batallas ajenas; no importaba que después tuviésemos que regresar a la rutina del desengaño, expertos en esquivar los efectos de la ausencia habíamos encontrado un modo incuestionable de hacer las cosas que juzgamos acertado, evitando la culpa despistábamos al dolor en cada esquina hasta que olvidamos cómo hacerlo y empezamos a preocuparnos por facturas, promesas y otras deudas, corregimos algunos recuerdos abandonando aquella rutina redentora que fue la vida; solíamos actuar como si no importara, despreocupándonos por las consecuencias nos dejábamos caer en el capricho de una tarde sin nombre como si aquello no tuviera que acabar nunca; después vino todo lo demás, muchos llegaron para no quedarse, otros simplemente no volvieron, los demás quién sabe dónde, y pusimos en el pasado la esperanza de la repetición convirtiéndolo en el comienzo de todos los fracasos, cuando no sabíamos que habríamos de lamentar algo, cuando todo era tan fácil como inocente, pensando que no habría que rendir cuentas a nadie, que no tendríamos nada que ver con este tipo vulgar y cobarde en que nos hemos convertido y que nos juzga a través del tiempo; hemos intentado engañarnos muchas veces, incluso durante un instante profundo hemos creído lograrlo levemente, empeñados en alcanzar todas esas cosas banales como si acaso importasen, entonces, en mitad del camino, algo se rompe en nuestro interior y seguimos adelante como si no oyéramos el crujido, afanándonos en ocupaciones absurdas, acumulando un inmenso patrimonio de renuncias y decepciones nos arrastramos por la suave corriente del delirio sobrepasado el momento sin retorno, debatiéndonos entre el hastío y la entrega mientras desfilan ante nosotros todos los temores como gigantes de hierro imposibles de abatir, esclavos de la costumbre no conseguimos olvidar errores que no prescriben y nos negamos a asumir, aunque haya pagado con creces las facturas que dejó en mí la inconsciencia, porque nuestra piel es fina como una ciudad antigua en la que el menor rasguño descubre restos del pasado, sometidos a todos sus caprichos, ciegos de responsabilidad, carentes de opciones, nos engañamos creyéndonos inocentes acusando a cualquier otro, mentiras erguidas para esquivar la culpa, como si no fuésemos cómplices del verdugo y responsables de decisiones tomadas sin saberlo, y ahora, recaigo de nuevo en la falta de querer ser diferente, aunque sea por un instante, pero no importa lo que creamos, a pesar de disfrazarnos del pasado, nunca más lo que fuimos