Hay en lo desconocido algo que nos atrae intensamente y nos lleva incluso a arriesgar lo que poseemos ante la promesa incierta de una vida mejor. Pero casi siempre, una vez lo hemos alcanzado, el objetivo nos decepciona y añoramos lo que teníamos y tal vez perdimos en el envite, porque nada resulta tan bueno como parecía en un principio visto desde la distancia, pues lo que en realidad creímos ver no fue su propio brillo sino el espejismo de todo aquello de lo que carecíamos y que el deseo nos hizo poner en él erróneamente, tan necesitados como estábamos de algo diferente que viniera a remover nuestras costumbres vulgares y aburridas. Por eso, constantemente me debato entre aceptar mi realidad, con sus pocas luces y muchas sombras, o dejarme atrapar por los destellos que ofrece el misterio de lo inaccesible, consciente de que si algún día al fin lo alcanzo me defraudará profundamente su realidad y me lamentaré por haber entregado a cambio todo lo que poseía. Y sin embargo, es tan grande la tentación de lo distinto...
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