No me juzgues por mis intenciones sino por mis resultados. No pretendas adivinar las razones de mis actos pues ni yo mismo las comprendo. Crees saber siempre lo que quiero, lo que busco y lo que sueño, pero no tienes ni idea de las dudas infinitas que atraviesan por mi mente cada noche antes de dormir. No es tan fácil como decir lo que debería hacer y lo que no, todos creemos saber qué es lo correcto, pero no siempre podemos actuar de ese modo. No me condenes por pecados que tú también cometes a diario. Si no conoces mis circunstancias no critiques mis acciones o mis palabras. Si no estás en mi piel no sabes lo que siento, así que no me juzgues por lo que crees que pretendo. O mejor aún, no me juzgues en absoluto, porque no sabes nada de mí ni tampoco lo intentas.
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