Persigo sombras constantemente, busco tras las esquinas, en los portales, en los rincones más solitarios, en calles abandonadas, a quien proyecta esa imagen que creo adivinar. A veces me escondo, callo, me hago el despistado, intento aparentar indiferencia como un medio de acercarme al objetivo, o después salgo desordenadamente a la calle a su caza como un animal herido y sediento que acecha a la presa desprevenida, recorro la ciudad a toda prisa, impaciente, examino los rostros de la gente, investigo dónde hallar aquello que sólo presiento pero no logro vislumbrar, aquello que quizás no existe más que en mí, interrogo a los testigos, que todo lo niegan, descifro las pistas, analizo las huellas, todo me lleva en un única dirección, inevitable y peligrosa, y entonces, cuando al fin creo hallarte, de nuevo te desvaneces, desapareces y me dejas desolado creyendo que no existes, que sólo eres un espejismo, un producto de mi imaginación, una sombra de la nada que me obliga a perseguirla sin descanso, desesperadamente.
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