martes, diciembre 12, 2023

 A veces creo que me muerdo la lengua demasiado, probablemente mucho más de lo aconsejable, tratando tal vez de convencerme de que lo que no se dice no existe, intentando evitar hacer daño a alguien o sobre todo a mí mismo. Temes que tus palabras se malinterpreten, que desconfíen de tus intenciones, que te juzguen sin conocer la verdad completa. Piensas “mejor me callo”, “mejor no digo lo que pienso”, “ya se me pasará”, “prefiero comerme esto yo solito”. Todas esas ocasiones en que cuento hasta mil porque ya metí la pata demasiadas veces por no saber callarme la boca a tiempo, aunque me ardan las entrañas, aunque tenga ganas de gritar y proclamar la verdad desnuda a pecho descubierto, aunque desee publicar en todas las redes lo que me pasa para que todo el mundo lo sepa, me compadezca y me ofrezca su apoyo incondicional. Pero sé que es inútil, que no lo harán, que a nadie le importa lo que yo haga, que a nadie le importa lo que yo diga, que solo critican por aburrimiento, envidia o costumbre, pero ni siquiera les interesa y en el fondo les da completamente igual lo que me pase. Pero a veces pienso que esa no es la mejor estrategia, que el silencio no es refugio sino prisión, que no te protege sino te aísla y que probablemente esté perdiéndome muchas cosas buenas por no atreverme, a decir lo que pienso, por morderme la lengua demasiado, por no arriesgarme a perder lo poco o mucho que tengo, por no saber dar a tiempo una opinión, una queja, una palabra cariñosa, un elogio o un beso.


1 comentario:

Devoradora de libros dijo...

Puedes probar a no guardar silencio si quieres saber lo que se siente.

Besos.