lunes, noviembre 11, 2002

Parece que no quiero darme cuenta de lo que pasa en mi vida y a mi alrededor.
Me siento a gusto y tranquilo en esta pausa del tiempo que habito sin darle importancia a las cosas que hago o dejo de hacer, y no me atrevo a intentar salir de ella, aunque a veces resulte aburrida y superficial, y renuncio a buscar verdades, porque tampoco las hay.
Prefiero no pensar demasiado las cosas que me suceden, dejarme llevar, hacerlo todo por inercia. Creo que la inmensa mayoría de la gente actúa así y me parece acertado. Tampoco íbamos a hacerlo mejor aunque pensáramos mucho las cosas.
Lo demás es obsesión y dolor.
Justo lo que hay que evitar.
Leo una frase que define perfectamente mi estado: “la sensación de ir sobrellevando los días por el procedimiento de no prestar atención a las verdades soterradas que a cada momento iban haciéndose más irrefutables y decisivas”.
Tengo esa misma sensación de que estoy intentando no mirar dentro de mí porque sé que lo que allí se esconde no me gusta. Que no quiero darme cuenta de las cosas que ocurren como si eso fuera a evitar que ocurrieran, pero no deseo saber más. Todo lo que sepa de más será un sufrimiento extra.
Y no me siento culpable por ello.
No existe otra forma de seguir adelante.
Hay un abismo demasiado oscuro y profundo en nuestro interior al que nos da miedo asomarnos.
Y hacerlo no nos iba a ayudar en nada.
Así que mejor tratar de ignorarlo, al menos mientras aún sea posible.
Pero por cuánto tiempo más lo será.

No hay comentarios: