lunes, diciembre 30, 2019

Este año no voy a apuntarme al gimnasio, tampoco voy a aprender inglés ni intentaré dejar de fumar o perder peso, no dedicaré más tiempo a la lectura, no comeré más fruta y verdura ni viajaré a ningún lugar exótico, no buscaré un trabajo mejor ni estudiaré nada nuevo. Mis propósitos son más sencillos aunque tal vez más difíciles de lograr. Voy a perder menos el tiempo en quien no merece la pena para dedicárselo a quienes de verdad me aprecian, dejaré de pedir permiso para hacer lo que quiera y seré más agradecido, pensaré más en mí y menos en lo que los demás piensan, voy a sonreír más y a quejarme menos, no me lamentaré por cosas que no tengo pero tampoco necesito, voy a decir más que no y a mandar más a la mierda, dejaré de exigirme tanto y me perdonaré los errores que cometa, voy a dar más y a pedir menos, haré pocos reproches y ayudaré en todo lo que pueda, voy a cuidar más de mí mismo y de quienes me cuidan, voy a querer solo a quien se lo merezca. Puede que no lo consiga todo, pero me daré por satisfecho si al menos logro avanzar en este nuevo camino que hoy comienzo.

viernes, diciembre 27, 2019

Mides bien tus palabras. Calculas los pasos estrictamente necesarios. Colocas pros y contras en la balanza. Piensas en los efectos de tus actos, contemplas todas las posibilidades y te pones siempre en lo peor para que el fracaso no te coja desprevenido. Valoras la conveniencia de tus acciones, evitas precipitarte para que la ansiedad y la prisa no te hagan tomar un camino equivocado, te cuestionas cada certeza, consultas con la almohada, pides consejo a los expertos, observas las estrellas y preguntas al oráculo antes de tomar cualquier decisión por pequeña que sea. Meditas con calma cada gesto, cada mensaje en apariencia inocente, cada frase supuestamente espontánea. No dejas lugar a la improvisación ni a la duda para que nada pueda salir mal. Analizas, sintetizas, racionalizas tal vez en exceso. Te propones hacer solo lo correcto, curarte en salud, ponerte la venda antes, contar hasta mil, morderte la lengua hasta que sangre. Te prometes a ti mismo que esta vez será diferente, que no te dejarás llevar por las ganas y no cometerás los mismos pecados capitales que te condujeron al desastre. Y aun así, a pesar de tantas precauciones, sabes que no tienes otra opción que seguir tus deseos y atenerte a las consecuencias.

jueves, diciembre 26, 2019

A veces te sientes perdido, incapaz de transitar tu tiempo y desconcertado ante la realidad inasible, y entonces, alguien en algún lugar más o menos lejano pronuncia o escribe unas palabras sinceras o tal vez decide hacer una llamada inesperada que rompe el silencio impenetrable, ofreciendo un poco de confianza y consuelo, quizás un mensaje de apoyo, sencillo y pequeño, que te devuelve por un instante la fe y te impulsa pese a todo a seguir adelante. No se trata de una revelación ni siquiera una promesa ni mucho menos la respuesta definitiva a alguna de las dudas que te atormentan, sino tan solo un gesto de ternura. Alguien más o menos cercano dice justo lo que necesito escuchar en ese preciso momento y vuelvo a confiar en todo aquello que sepulté en el olvido y creí que nunca podría resucitar, y de repente el mundo me parece más amable, más humano, menos raro.

domingo, diciembre 22, 2019

No me enseñaron a perder. Me exigieron siempre el triunfo y nunca me mostraron el otro lado. Me enseñaron a darlo todo sin guardarme nada, a apuntar a lo más alto y no conformarme nunca. Nada de lo que hiciera era suficiente, tenía que ser el primero de la clase, el mejor del equipo, el último en abandonar. No me dieron más opciones. Me hicieron creer que cada esfuerzo obtiene su recompensa, que tenemos lo que nos merecemos y que todo es susceptible de ser mejorado. Pero no me dijeron qué debía hacer cuando las cosas no salieran bien, no me dieron las armas para luchar contra el desengaño y la frustración, no me ofrecieron la fórmula para superar el dolor o al menos aceptarlo. No me enseñaron a asumir la derrota, no me entrenaron en el desencanto. Me ocultaron el lado salvaje de la vida y me hicieron creer que si las cosas no salían bien era porque algo había hecho mal y por lo tanto la culpa me pertenecía en exclusiva. Nadie me dijo que el mundo no se acaba si fallas, que todos tenemos derecho a equivocarnos y que las cosas casi nunca salen como quisiéramos. Que vencer es una excepción y caer es normal, por lo que no me enseñaron a levantarme. Y ahora, cuando fracaso una y otra vez, cuando nada me satisface y la derrota es mi compañera habitual, cuando me hundo sin remedio cada vez que algo, por pequeño que sea, sale mal y la realidad no se corresponde con mis deseos, cuando me enfrento desnudo al temporal y nada ni nadie ofrece un poco de consuelo, ¿cómo se supone que debo reaccionar?

miércoles, diciembre 18, 2019

Es curioso cómo he acabado haciendo todo lo que más detestaba. Aquello que rechazaba con todas mis ganas, lo que había jurado que nunca jamás haría es hoy mi realidad cotidiana. Y no me arrepiento, no reniego de quien soy y de lo que hago, pues no soy quien fui ni pienso lo mismo que ayer y seguramente que mañana. Lo extraño sería no cambiar nunca, mantenerte impasible contra viento y marea y no ser capaz de rectificar y adaptarte a las circunstancias. Por eso bebo de todas las aguas y no descarto ninguna opción ni prometo nada, porque sé que el tiempo moldeará mi mente y no seré más este que hoy soy. Incumpliré todas mis promesas y perderé el interés por aquello que persigo sin descanso, aprenderé y olvidaré, descubriré nuevos modos, métodos y destrezas y mi visión sobre cualquier cosa, desde la más trascendente a la más insignificante, cambiará inevitablemente. Me olvidaré de quienes hoy busco y buscaré a quien ignoro. Despreciaré mis logros que tanto me costó alcanzar y perseguiré sin descanso lo que hoy dejo marchar sin lamento. Porque todo muta, nada permanece, ni siquiera lo que pienso en este instante y todo lo que sientes, porque puede que si mañana te veo, ya no me acuerde de esto.


miércoles, diciembre 11, 2019

Todos tenemos algún cadáver en el armario, restos putrefactos de relaciones pasadas descomponiéndose lentamente mientras preferimos no mirar adentro y procuramos ocultarlo a los demás. Fracasos estrepitosos que nos dejaron secuelas profundas que nunca curaron del todo y cuyo olor nauseabundo aún impregna nuestro cuerpo y mente aunque pretendamos fingir que no lo notamos, y que a menudo nos lleva a tomar decisiones equivocadas por miedo a reincidir en los errores habituales, aquellos que, a pesar de intentarlo, no está en nuestras manos evitar, y nos hacen caer en el lado opuesto negando toda posibilidad de redención. Porque se trata de establecer lazos firmes que unan sin llegar a oprimir, ataduras de las que puedas desprenderte pero no quieras hacerlo, procurando no sobrepasar nunca la delgada línea que existe entre pedir y exigir, buscando el difícil equilibrio entre dar y recibir, tener y compartir, esperar y no sufrir, cuando sabes que la balanza siempre cae hacia el lado más débil, el tuyo, que el nudo se deshace si no pones la fuerza necesaria pero la cuerda acaba rompiéndose si la tensas demasiado. La experiencia nos advierte pero no siempre hacemos caso a las señales, pues creemos que no hay dos ocasiones iguales, que nunca te bañas dos veces en el mismo río, que cada quien es cada cual y que no hay que dejarse llevar por una mala jugada. Lo contrario sería claudicar, asumir que tu destino es inevitable, como si los dioses ya lo hubieran fijado de antemano y no se pudiera hacer nada por cambiar lo que eres, lo que tienes, lo que sientes... y yo, lo siento, aún no me resigno a eso.


lunes, diciembre 09, 2019

A veces vuelvo a empezar de nuevo como si no hubiera visto ya la película. Me gusta engañarme a mí mismo y creer que esta vez el final va a ser distinto. No importa que la haya visto muchas veces antes, que conozca cada giro del argumento y me sepa los diálogos de memoria, trato de descubrir un detalle inadvertido que cambie mi percepción de los hechos, aunque sea saltándome las partes que me desagradan. Por un tiempo me gusta (necesito) fantasear un poco e imaginar un final feliz, de esos que tan poco me satisfacen en el cine y persigo sin descanso en la vida. Tal vez una nueva versión, un remake frustrado, una vuelta de tuerca inesperada, una adaptación libre del guion original, como si el protagonista pudiera decidir salirse del plan trazado. Actúo como si no existiera el pasado, finjo la esperanza para hacerla real, pongo buena cara mientras dure la calma antes de que estalle la tormenta y miento cuando digo que no recuerdo lo que va a pasar mañana. Porque no se puede vivir de otra manera. No puedes perder la fe y entregarte al desánimo y la desconfianza. Es preciso hallar un sentido, una palanca, algo por lo que lo malo tenga coartada. Creer en la gente, confiar en las palabras, pensar que, aunque hayas fallado mil veces antes, esta será la ocasión que estabas esperando.

martes, diciembre 03, 2019

He aprendido que es inútil negar el dolor y hacer como si no existiese, pues ese dolor permanece ahí oculto en algún lugar aunque no queramos admitirlo y es síntoma de algún problema mayor que debemos solucionar antes de que nos impida avanzar. A menudo he actuado como si me encontrase en plenitud y controlase la situación, cuando en realidad por dentro me inundaban las dudas y el temor. He intentado hacerme el fuerte y seguir adelante intentando hacer ver a todo el mundo que estoy bien, que no me pasa nada, que no necesito su apoyo ni compasión, confiando en que el tiempo cure las pequeñas heridas. Pero no es así, porque nada sana por sí solo. Si no se actúa sobre la raíz del dolor nunca nos recuperaremos y solo conseguiremos hacernos más daño. A veces hay que parar, echar la vista atrás, evaluar daños y tomar medidas aunque resulten traumáticas, vencer a la rutina aplastante, analizar los problemas que no queremos ver y actuar con firmeza. No vale tan solo con fingir ante los demás para intentar convencernos a nosotros mismos. No vale callar nuestros males creyendo que lo que no se nombra no existe y que el silencio es nuestro mejor refugio, como si todo fuese a arreglarse simplemente dejando de pensar en ello. Por eso hoy me paro aquí a revisar mis zonas erróneas, a valorar mis puntos débiles y los fallos cometidos para tomar las decisiones oportunas que puedan repararme, porque sé que es el único modo de volver mañana a caminar con más fuerza.