lunes, diciembre 06, 2010

Hoy volví a recorrer aquellas calles, intentando convencerme a mí mismo de que podía hacerlo sin sentirme invadido de recuerdos nocivos, como una prueba necesaria para intentar olvidarte y aprender a aceptar la ciudad sin ti, pero a cada paso todo era un fragmento traicionero del ayer que regresaba arrogante sin pedir permiso ni perdón causándome una profunda ansiedad y un deseo ferviente de recluirme en casa para siempre. Cada esquina que giraba era un nuevo recuerdo, cada edificio una imagen diferente, cada sonido en el aire una palabra más repitiéndose incesante en mi cabeza, cayendo todos en avalancha hacia mí indefenso y perdido, buscando una salida por la que huir del pasado, un refugio en el que defenderme de tanta memoria amenazante. El ayer todo defragmentado en pequeños detalles hiriéndome desde todas las direcciones, clavándose como finísimos cristales rotos en mi cabeza, todos esos diminutos pedazos en los que rompimos el amor vengándose por haberlo destruido. Y tuve que salir corriendo de allí, alejarme a toda prisa de aquella emboscada del recuerdo de cuyas heridas no volveré a recuperarme.