viernes, diciembre 21, 2018

No es fácil ser yo. Te lo aseguro, no te gustaría. Tocar cielo y fondo en muy poco tiempo, pasar de cero a cien en unos segundos y aún más rápido a la inversa, esconderme de mí mismo para no oir mis reproches y lamentos, fingir sin convicción ni esmero lo que no puedo, querer ser quien no soy, intentar dar lo que no tengo, despreciar lo que poseo, cansarme de mi vida y amarla cinco minutos más tarde, morirme cada día un poco y no acabar nunca de hacerlo, huir de quien me busca y buscar a quien me evita, renegar de mi pasado y renunciar al futuro ante el menor contratiempo, perder la fe enseguida y echarlo todo a perder en un momento, moverme siempre a base de impulsos incapaz de controlar mis nervios, beber con deleite el veneno que me mata pero necesito para seguir viviendo, luchar con todas mis fuerzas por algo y no saber disfrutarlo cuando lo consigo. Soy capaz de estropearlo todo con una sola palabra y arrepentirme toda la vida de un silencio. Atrapado en este patético personaje que detesto, te juro que me cambiaría por cualquiera si pudiera hacerlo. No, no es nada fácil ni te lo recomiendo. No pretendo que me compadezcas ni darte pena. Solo necesito desahogarme un poco cuando la vida me asfixia y no encuentro razones para la esperanza ni consuelo.

jueves, diciembre 20, 2018

Ya lo dijo alguien y no me canso de repetirlo: la vida está en otra parte. No en los lunes sombríos por la mañana, no en las rúbricas ni las tareas programadas, no en los balances ni los informes, no en las nóminas ni en las pizarras, no en los fogones ni las cucharas. La vida no es lo que haces para llenar la nevera y comprarte un abrigo, sino lo que te abriga el corazón y te llena el alma. No es lo que haces para agradar a los demás, sino lo que piensas cada noche antes de dormir, lo que sueñas en tus momentos de soledad, lo que eres cuando nadie te ve, lo que sientes al conseguir tus retos imposibles, lo que haces para agradarte a ti mismo. No está en la evaluación de resultados ni en cumplir etapas, sino en las tardes al sol sin hacer nada, en tus pensamientos furtivos de madrugada, entre las páginas de ese libro que has leído cien veces, en las notas de esa canción que después de tantos años aún te emociona, en esa escena que te conmueve y te hace llorar a escondidas. La vida está en otro lugar, en las charlas infinitas con los amigos en las que el tiempo no pasa, en los amores apasionados y los fracasos estrepitosos, en los abrazos y los besos por nada, en lo que se recibe sin factura y lo que se regala sin motivo, en las palabras de un padre y la sonrisa de un hijo, en la ilusión recobrada, en las derrotas y las revanchas, en compartir deseos y esperanzas, en caminar juntos sin prisa hacia ninguna parte, en la búsqueda sin mapa de tesoros perdidos y verdades vetadas, en los silencios que tanto dicen y las miradas que hablan, en las risas desatadas y también, por supuesto, en las lágrimas. Por eso, si aún no has logrado encontrarlo, te pido que me dejes acompañarte a descubrir ese lugar.

martes, diciembre 18, 2018

Por qué mi felicidad tiene siempre que estar reñida con la de los demás. Por qué me resulta imposible hallar la fórmula ideal que combine ambas por igual. Por qué lo que yo quiero nunca es lo que tú quieres, sino más bien lo contrario. Cuando yo subo tú bajas, cuando pierdo tú ganas, si me hundo te salvas. Si renuncio tú sonríes, si me entrego a mis deseos lloras desesperada, si me ahogo tú nadas, si me levanto tropiezas, si me caigo vuelas alto. La búsqueda de mi bienestar emocional provoca siempre graves efectos colaterales. Sé que hago daño con mis decisiones, pero no sé renunciar a lo que necesito ni fingir lo que no siento solo para contentarte. Son nuestras emociones opuestas, nuestras intenciones contrarias, instintos imposibles de sincronizar, mi alegría tu tristeza, mi pena tu calma, como fuerzas enfrentadas que nunca suman sino restan. Porque siempre quiero lo que te hace daño, porque no puedo vivir sin quien te hiere, porque amo el veneno que te mata. Tenemos un mismo fin pero distintos medios. Nunca estamos de acuerdo en algo. Lo sé, soy incorregible, egoísta y nocivo. Así que hoy ofrezco mi rendición incondicional. Lo he intentado durante mucho tiempo y el resultado siempre ha sido que ambos hemos salido perdiendo, por lo que he abandonado la fe mas no la esperanza. Me declaro incapaz de conjugar nuestros deseos. ¿Significa eso que he de renunciar a los míos?

lunes, diciembre 17, 2018

Casi siempre pienso que no estoy a la altura, que son inmensos mis defectos y pequeñas mis virtudes, que no soy un buen padre, un buen marido, un buen compañero, un buen amigo, un buen profesor, un buen hijo... Si analizo mi comportamiento tengo razones más que de sobra para opinar de ese modo, por lo que prefiero no hacerlo y dejarme llevar por la rutina redentora del día a día resignado a no lograr ser más que lo que puedo ser, tan poco, tan torpe, tan mal... convencido de que no tengo remedio, que soy un auténtico fraude, que no cumplo con lo que se espera de mí, que no hago lo que debería hacer y que por supuesto no merezco lo que tengo. Y me escondo entre la gente tratando de pasar desapercibido, huyendo de mis problemas y refugiándome en ocupaciones banales que sustituyen a lo que debería ser mi vida, como un impostor avergonzado tratando de no ser descubierto. Pero quién dice qué es ser un buen padre, un buen hijo o un buen marido. Quién marca las normas, quién puede considerarse un ejemplo, quién no está lleno de dudas y temores, quién no despierta por la noche pensando que algo va mal. Probablemente nadie. Nadie, salvo los necios, está nunca convencido del todo de hacer lo que debe hacer, de no meter la pata hasta el fondo cada dos por tres, de no equivocarse en las decisiones que toma a veces incluso sin darse cuenta y de no hacer daño a la gente que más quiere. Todos tenemos esos miedos e inseguridades y plantearnos esas dudas nos hace sin duda mejores. Tal vez el secreto sea ser solo tú mismo sin tratar de ser como otra persona, dejar de compararte con los demás, admitir tus diferencias con orgullo, no pretender ser perfecto, reconocer tus errores y valorar tus aciertos y aprender a vivir con ambos sin exigirte tanto y así descubrirás que no tienes nada que envidiar a nadie. Porque solo de ese modo conseguirás ser la persona que quieres ser: TÚ.




domingo, diciembre 16, 2018

Y cuando estás en lo más alto vuelves a caer abatido por las flechas de la incertidumbre y durante el vuelo tu vida entera pasa por delante de tus ojos como un melodrama barato de sobremesa y te lamentas por haber sido tan necio como para seguir ciegamente las luces tramposas que te conducían al precipicio y juras que si sales vivo de esta nunca más volverás a dejarte engañar por una sonrisa amable o unas palabras cercanas y pones a Dios por testigo de que nunca más volverás a querer a nadie. Tras el impacto, sin aire que respirar, te mueves bajo un volcán a punto de estallar y te asfixias dentro de un túnel cuya salida no adivinas, pidiendo una tregua en tus cien años de soledad. Pero el tiempo pasará y el dolor de tus huesos gastados será anestesiado por gente corriente que te ofrece un poco de consuelo y pensarás que al fin y al cabo la experiencia no estuvo mal, que hubo momentos que hicieron que valiera la pena arriesgar y comprenderás que sin dolor no hay placer, sin fracaso victoria y que sin carbón no hay Reyes Magos, y te adentrarás en las tinieblas de tu corazón buscando el tiempo perdido e intentado sufrir una metamorfosis profunda que te convierta en todo lo que siempre deseaste ser y te conceda al fin la alegría de vivir, por lo que te embarcarás en una nueva locura sabiendo de antemano que también esto pasará y que la próxima caída será aún más dura y puede que tu cuerpo y tu mente ya no soporten el golpe, pero si sobrevives no te quedará más remedio que levantarte y echar a andar, pues naciste para correr, y emprenderás de nuevo el viaje a ninguna parte sabiendo que después de cada uno de los muchos fracasos que aún te quedan por vivir tendrás una y otra vez que volver a empezar.

sábado, diciembre 15, 2018

No soy de los que se conforman con poco. No me quedo satisfecho con probar el plato y dejarlo a un lado, no me sacia la sed un solo vaso. Necesito llenar mi estómago hasta arriba para calmar mi apetito y si no es así, prefiero no probarlo. Mejor nada que poco. Mejor nunca que tarde. No me valen los sucedáneos ni los edulcorantes. Siempre busco lo original y auténtico. Prefiero una indigestión a quedarme con hambre. Soy compulsivo y voraz en el deseo. Cuando empiezo no sé cómo parar hasta llegar al final. Si quiero algo lo quiero a toda costa, sin importarme el precio que deba pagar por ello. Lo que me gusta me enloquece, lo que me disgusta me da asco. No escribo a lápiz por si tengo que borrarlo, si me equivoco asumo el error y sigo adelante. No apuesto nunca a más de un número sino que pongo todo lo que tengo al mismo, aunque me arriesgue a perderlo. Si empiezo algo lo acabo como pueda, aunque me cueste la vida, pero nunca abandono antes de cruzar la meta. Prefiero la derrota al empate, lo frío a lo templado, el cero al seis y medio, el desastre a la indiferencia. Así que si no estás dispuesto a darme todo lo que pido, mejor no me des absolutamente nada.


viernes, diciembre 14, 2018

Siempre tuve la sensación de que algo iba mal en mi cabeza, que aquí dentro algo no funcionaba del modo que debería. Que yo no era normal. Y cada día que pasa no hace más que confirmar mis sospechas y alimentar mis temores, porque mis ideas y reacciones no suelen ser bien acogidas por la gente y al mostrar mis sentimientos no suelo obtener más que rechazo. Me rompo con facilidad, me equivoco mucho más de lo habitual, elijo mal el objetivo de mis esfuerzos, apunto en la dirección incorrecta y caigo una y mil veces en el mismo error infantil. Porque me empeño en creer que los demás piensan y sienten igual que yo, o que al menos alguien lo hace y no es así, porque confundo las señales y tomo siempre el camino equivocado hasta verme encerrado en un callejón sin salida del que no sé cómo escapar. Soy un fallo evolutivo, un eslabón perdido hacia el desastre, un tarado sentimental, un elemento extraño en un mundo hostil que no logro comprender y en el que no encuentro refugio. Nunca aprendo la lección aunque me lo proponga después de cada fracaso, y sé que volveré a tropezar de nuevo, porque soy incapaz de convertirme en alguien diferente a quien soy, en esa pesona cabal y equilibrada que me gustaría ser y estoy condenado a sufrir para siempre las secuelas de esta estúpida forma de sentir.

jueves, diciembre 13, 2018

Hoy aquí, mientras serenos compartíamos el silencio y erigíamos confiados destinos triunfales, he imaginado cómo recordaríamos estos momentos dichosos cuando seamos otros en lugares lejanos y no crucen nuestras vidas por los mismos transitados senderos, cuando la juventud sea solo una página gastada del pasado, nuestros sueños de esplendor hayan despertado a lo real y el olvido destuya la mitad de lo que fuimos; y así, al pálido sol caduco de diciembre, en esta fugaz eternidad detenida que a veces el tiempo concede, con la certeza de que no abundan instantes de paz semejantes y que nunca nada volverá a lo que fuera, una lágrima escondida ha dibujado mi rostro y he amado esta tarde de un modo más intenso.


miércoles, diciembre 12, 2018

Tal vez creas conocerme pero lo que ves no es todo lo que soy.
Me oculto bajo apariencias amables y me desnudo en cuanto me siento cómodo.
Soy actor de profesión y nudista de vocación.
No suelo confiar en la gente, pero cuando lo hago lo doy todo y no admito devolución.
Me entrego sin fianza y tengo garantía de por vida.
Nunca compro billete de vuelta, pero tampoco me quedo mucho tiempo en el mismo sitio.
Me aburre hacer siempre lo mismo y me da miedo lo nuevo, pero me encanta vencer mis miedos y tus prejuicios.
Me planteo retos que me superan para poder superarme a mí mismo.
Pienso en el futuro más que en el pasado, pero solo creo en el presente.
A veces doy demasiadas explicaciones pero nunca pido ninguna.
Me equivoco sin pudor y me avergüenzo ante los halagos.
Me gustan las canciones tristes y las personas que me alegran el día.
Entiendo a los demás mucho mejor que a mí mismo.
Si pierdo los papeles escribo un nuevo guión.
Perdono con facilidad pero aún debo aprender a olvidar.
Si me haces daño me iré sin pagar la cuenta ni pedir la hoja de reclamaciones.
Soy siete veces más fuerte que tú, porque las heridas del pasado así me hicieron,
y siempre intento estar de buen humor, aunque no lo consigo.
Impulsivo. Obstinado. Persistente.
Doy siempre más de lo que recibo
y nunca me quejo si no obtengo lo que creo merecer,
aunque después llore a solas por lo perdido.
Aprendo rápido y olvido despacio.
Quiero a quien me quiere e incluso a quien no lo merece.
Así voy.
Viviendo.


lunes, diciembre 10, 2018

Fueron nuestras breves horas el único refugio que hallé. Solo en ti tuvo sentido la vida, antes de que hubiera un después. Hoy sigo girando alrededor de ti aunque tú ya no estés, condenado al exilio de tu ausencia en esta nada gélida que tanto quema, rodeado de la ineficiente multitud que no alivia la soledad ni consuela. Ya no me importa esta vida absurda que no comprendo ni deseo, solo temo del final que conmigo muera para siempre tu recuerdo. Amo el pasado como única existencia, ser es haber sido, hoy es ayer, mañana nunca. Y ahora, cuando nada queda ya de aquellas breves horas en que vivir fue bello, después de haber negado tanto, quisiera creer en algún dios para salvarte del olvido.



sábado, diciembre 08, 2018

Lo nuestro murió de precaución. El miedo a que no nos entendieran nos hizo refugiarnos en las sombras que acabaron apagando nuestra luz. Nos alejábamos cuando sentíamos que podíamos molestar a alguien, pues siempre antepusimos lo que pensaran los demás. Incapaces de defendernos de cualquier ataque, nos negamos repetidas veces y nos tratamos como desconocidos fingiendo que no dolía. Temiendo ofender a alguien, no tuvimos valor para proclamar lo que sentíamos, fuimos víctimas de nuestra indecisión y torpeza, inseguros como adolescentes inexpertos y nos creímos culpables de nuestros deseos. Para no hacer daño a otros nos lo hicimos a nosotros mismos. Y así, sin ser nada, lo fuimos todo. Sí, ahora que todo eso se perdió para siempre, me doy cuenta y puedo decirlo alto y claro, lo que nos mató fue nuestra inmensa cobardía.

jueves, diciembre 06, 2018

Puedes temer al futuro, interpretar las señales que aparecen a tu paso como signos evidentes de la derrota que se avecina, negarte el derecho a la felicidad, caminar siempre por la sombra, poner tú mismo las piedras en el camino, pero eso solo hará que no puedas apreciar la belleza del sendero. Tal vez, dirás, no esté en tu mano elegir, que nadie prefiere el dolor si puede evitarlo, que todos buscamos el sol en los días helados, y tienes razón, pero hay muchas cosas que puedes hacer para evitar que se apodere de todo: crear el escenario adecuado para que no aparezca, rodearte de personas que te den luz y sepan cómo aliviarlo, ocupar tu mente en asuntos sencillos que ofrezcan recompensas inmediatas, repetirte mil veces que todo va a salir bien hasta creer en ello. Nada de eso impedirá que suceda lo inevitable, el dolor y la rabia forman parte del juego, pero mientras llega te permitirá disfrutar de momentos irrepetibles que hacen que la vida valga la pena, porque no puedes pasar todo el tiempo esquivando escaleras y huyendo de gatos negros, es un esfuerzo excesivo que no puedes permitirte. Dedica mejor tu energía a buscar experiencias enriquecedoras, a sembrar la memoria de recuerdos bellos y ahórrate esas lágrimas para cuando de verdad haga falta llorar. El miedo nos mata, nos debilita y nos vuelve cobardes, nos arrebata el presente y el futuro y aplasta nuestras ganas. Así que abandónalo de una vez y alimenta la esperanza, porque vivir con miedo es vivir menos.

miércoles, diciembre 05, 2018

No hay mucho donde escoger. Puedes acoplarte de un modo perfecto a la rutina gris del día a día, fichar puntualmente sin perder un minuto, cumplir con todas tus obligaciones escrupulosamente, superar etapas y aceptar tu sino. Puedes poner mala cara de camino al trabajo, madrugar y tomar café, protestar en los semáforos y despreciar a todo el mundo a tu alrededor, quejarte de los políticos, tus jefes y tus compañeros, negar tus sentimientos y adoptar como propias ideas ajenas que tanto esfuerzo te ahorran. Hablar sin parar de lo divino y de lo humano y no hacer nada con tu vida. Decir sí a todo mientras piensas no, para acabar haciéndolo de todos modos. Puedes dejarte llevar por lo que se supone que debes hacer, integrarte en el engranaje del sistema a la perfección, dejar que otros elijan por ti lo que haces, lo que comes y lo que piensas, aceptar la configuración por defecto creyendo que es la única o incluso la mejor, nadar como pez en el agua que no sabe lo que es el agua, creyendo que estás en el mar e ignorando que estás en una pecera, congelar tu vida para que nadie pueda modificar nada, cumplir todos los trámites sin saltarte ni un paso, rellenar formularios que no entiendes y fingir que comprendes algo, acudir a compromisos insoportables aunque no te apetezca, asentir con la cabeza y negar con el corazón, dar la razón a quien no la tiene y quitársela a quien te gustaría creer. O puedes dejarte de tonterías y coger las riendas de tu vida para hacer todo lo que siempre quisiste y nunca te atreviste a intentar. No hay más. Tú decides.

martes, diciembre 04, 2018

Ya no me preocupa lo que puedas pensar o decir de mí. Llegó un momento en que me cansé de escuchar críticas sin sentido y aprendí a ignorar lo que no me importaba. Incapaz de cumplir todas las normas, decidí no cumplir ninguna e inventar las mías propias, que puedo romper cuando me apetezca sin rendir cuentas a nadie. Harto de esconder mis diferencias me dediqué a exhibirlas con descaro como seña de identidad cuando comprendí que no debía avergonzarme de ellas. Tal vez no te agrade mi companía ni te sientas cómodo en mi presencia. Eso tiene fácil solución. Quizás no te guste cómo soy, pero ese no es mi problema sino el tuyo. Puede que no estés de acuerdo con mis opiniones ni compartas ninguna de mis creencias. No te lo reprocho ni trato de convencerte de nada. Tranquilo, puedes decir lo que quieras, porque nada de eso me afecta. Ante la imposibilidad de gustar a todo el mundo, elegí gustarme a mí mismo y pago con gusto el precio de lo diferente. Ya no me planteo a quién puedan molestar mis acciones u ofender mis palabras. Porque yo no me equivoco, hago las cosas a mi manera.