sábado, noviembre 30, 2002

Mi problema no es la memoria.
Ni el futuro, ni la gente, ni las cosas que me prohíben o me obligan a hacer.
Mi problema soy yo.
Mi mayor enemigo, quien impide que se cumplan todos mis deseos, quien malogra todos los proyectos.
Sé que me paso el día buscando culpables, porque me niego a reconocer que yo soy el mayor de ellos, si no el único, eso podríamos discutirlo.
Porque cuesta asumirlo, aceptar que no hacemos lo que deberíamos en beneficio propio sería reconocer que no sabemos o no queremos hacerlo, y es muy difícil admitir nuestra ignorancia o falta de voluntad.
Hay cosas (la mayoría) que hago a pesar de que sé que me perjudican. Pero no puedo evitarlo.
Es como la fábula de la rana y el escorpión.
Sé que esta manera de ser y de actuar me condena a la perdición.
Pero es mi naturaleza.
Y además no creo que quisiera cambiarla aunque pudiera.

jueves, noviembre 28, 2002

Aunque para mí todas las decisiones, por sencillas que pudieran parecer, son un auténtico suplicio, esta me cuesta aún más.
No sé qué hacer, qué pensar, qué sentir...
Buscarte es buscar el pasado.
Quiero encontrarte, pero que vinieras desnuda de memoria, que no fueras en mí esa magdalena que despierta todos los recuerdos.
O tú o el olvido, con todo el peso que acarrea cada cosa y que tanto puede condicionar mi futuro.
Si al menos supiera algo de ti...
Si supiera que puedo llegar a amarte...
En el fondo se trata de decidir si quiero recuperar el pasado, si deseo conocer a aquel que una vez fui.
Hay muchas cosas que todos quisiéramos olvidar y otras tantas que nos gustaría recordar siempre.
La cuestión es de qué lado se inclina la balanza.
Difícil elección, si no imposible.
Buf, ¿me queda algún comodín?

martes, noviembre 26, 2002

Las personas son como los libros.
Los hay apasionantes, divertidos, aburridos, insoportables...
Unos te los recomienda alguien, otros te obligan a leerlos, unos has oído hablar bien de ellos y tienes curiosidad, otros te llaman la atención en principio pero conforme pasan las páginas dejan de interesarte, y otro caen en tus manos no se sabe muy bien cómo pero te atrapan irremediablemente para siempre.
Los hay de sólo tres páginas pero inolvidables, los hay auténticos tochos soporíferos y también al revés, los hay que te duran meses y los disfrutas al máximo pero no los vuelves a leer, los hay que no te dicen nada, que te duran muy poco porque nada más abrirlos ya sabes todo lo que va a decir y los dejas a las pocas páginas, los hay que no los vuelves a hojear pero los recuerdas toda la vida, los que te dejaron un recuerdo imborrable, tan bueno que no te atreves a volver a ellos para no estropear la buena impresión que te produjeron y que puede que con el paso del tiempo cambie al leerlos de nuevo.
Y los hay que descubres un día y ya no puedes separarte de ellos nunca más, se convierten en el refugio al que acudes cuando necesitas consuelo y forman ya parte de tu vida como un compañero inseparable que te ayuda a superar los innumerables obstáculos del camino.
Tan difíciles de encontrar las buenas personas como los buenos libros.
Gracias a aquellas personas que son para mí como mis libros de cabecera.
Nunca dejaré de releer vuestras páginas con amor.

lunes, noviembre 25, 2002

No tengamos prisa.
No hagamos las cosas a su tiempo, sino cuando nos dé la gana.
Las cosas no tienen un tiempo, eso es sólo lo que nos hacen creer para que cumplamos lo que quieren de nosotros, para que no nos adelantemos a lo presupuestado ni nos demoremos más allá de lo que están dispuestos a esperar.
Hoy no se me apeteció hacer nada, así que me pasé el día en casa tumbado escuchando a Hooverphonic, Antonio Vega y David Gray entre otros, era lo que me pedía el cuerpo.
Lo que para muchos sería perder el día para mí significa ganarlo, un día arrebatado al desgarrado paso del tiempo, unas horas en las que me siento del otro lado del mundo que ellos llaman real.
Habitando en la infinita calma del desierto.

sábado, noviembre 23, 2002

Caer, caer e intentar remontar cada día lo perdido.
Esa es la historia, no hay más.
Tratar de recordar unas cosas y de olvidar otras.
Pero qué fácilmente paso de la euforia a la decepción. Es más difícil al contrario.
El más mínimo inconveniente me frustra demasiado y me puede hacer caer en el desencanto más irremediable, sin embargo, es bastante más largo el camino contrario. Debe ser la ley de la gravedad, que nos hace tender hacia abajo hasta caer mientras cuesta tanto subir y una vez arriba el vértigo nos vuelve inestables.
Es triste que sea así, pero lo acepto con resignación, sin desgarro, como se acepta lo inevitable.
Es inútil lamentarse por lo que no está en nuestras manos. También dicen que al contrario, pero en ese caso nos lamentamos por saber que lo está pero no saber cómo solucionarlo.
Cualquier psicólogo estaría encantado conmigo.
Y es que soy todo un caso.
Espero que no perdido (al menos todavía).

viernes, noviembre 22, 2002

Salí de casa dispuesto a hacerlo.
Nada podía detenerme.
Y allí me planté decidido, dispuesto a que aparecieras de una vez en mi vida.
Pero cuando me encontraba justo delante de tu puerta dudé de nuevo de lo que quería hacer.
Sí, llámalo cobardía, llámalo miedo, como quieras, cosas peores me he dicho yo.
Y me volví con el rabo entre las piernas.
Y ahora estoy aquí lamentándome de ser como soy, despreciándome sin límite, avergonzado de no ser capaz de hacer lo que quiero y de no saber ni siquiera qué es lo que quiero.
Es fácil dar un paso, el difícil es siempre el segundo.
Cómo podré salir de este invierno.

jueves, noviembre 21, 2002

Para qué sirve el recuerdo.
Para saber que fuimos felices, que amamos y nos amaron,
que alguien estuvo a nuestro lado,
que hubo días mejores que estos
y vivir con la esperanza de que vuelvan.
Para qué sirve el olvido.
Para enterrar el dolor que nos causó el pasado,
no afligirnos si nos despreciaron o dañaron,
dejar atrás días nefastos
y no vivir con el temor de que vuelvan.
Lo malo es cuando olvido y recuerdo no funcionan como debieran
y recordamos lo más triste olvidando lo bello,
y pensamos que la vida es una maldita zorra
de la que no hay que esperar nada bueno

miércoles, noviembre 20, 2002

Perdona, pero te conozco?
Si es así me gustaría saber quién eres, dónde, cuándo y cómo te conocí.
Dime quién eres y me dirás quién soy.
Porque no te recuerdo, no sé nada de ti y puede que hayas sido alguien importante para mí.
Son las cosas de la amnesia.
Y si no te conozco deberíamos corregir ese error, nunca es tarde para hacerlo.
Yo estoy en el mejor momento, pues no conozco a nadie.
Cada día me cruzo con gente y me pregunto si los conocería antes.
No te pasa a ti también que a veces se te queda alguien mirando por la calle y crees que te va a decir algo pero no lo hace? Y piensas si lo conocerás y no lo recuerdas y te sientes culpable, porque tú también eres un poco amnésico, has borrado a mucha gente que pasó por tu vida de tu memoria sin el menor reparo, porque es necesario hacerlo, pero puede que algunos de ellos aún te recuerden con cariño.
Así de caprichosa es la memoria.
Yo al menos tengo una excusa, pero a veces creo que es eso, sólo una excusa. Y ahora pienso que debería recordarte y me esfuerzo por hacerlo pero no lo consigo y me avergüenzo por ello.
Quizás si me dieras alguna pista...
Lo siento, no es nada personal, pero si te he visto no me acuerdo.

martes, noviembre 19, 2002

Me he instalado demasiado cómodamente en este mudo que han creado para mí sin mi consentimiento, y aunque no me siento nada bien en su interior no me atrevo a intentar salir de él a buscar otra realidad mejor ahí afuera, porque tengo la funesta sospecha de que no existe.
Por eso me limito a dejarme llevar y a no preguntarme por lo que habrá en el exterior de la caverna, porque ese no es mi mundo y no sabría qué hacer en él.
Aunque me parece que eso es sólo una excusa, porque la mayoría de las veces tampoco sé que hacer aquí.
Este mundo cotidiano al que me he acostumbrado es el único que puedo habitar, no podría renunciar a mis costumbres, a mis mezquindades, lamentos y reproches y a mi forma particular de sobrevivir , aunque no sea la mejor.
Me siento como Truman, viviendo en un mundo de cartónpiedra que no es verdadero, desconociendo el exterior, que tampoco debe ser mejor que esto.
Pero todos lo hacemos, como dicen en la película “Aceptamos la realidad del mundo tal y como nos la presentan, así de sencillo”, no deseamos complicarnos, preferimos nuestra celda, como dicen de Truman “si estuviera mínimamente decidido a descubrir la verdad no podríamos impedírselo”, pero no lo estamos, nos da miedo la verdad.
A veces algunos, no somos mayoría, dudamos si deberíamos intentar salir de aquí, pero pensamos lo mismo que le dice Christof: “Ahí afuera no hay más verdad que la que hay en el mundo que he creado para ti. Las mismas mentiras, los mismos engaños...” y finalmente cedemos y nos acogemos a esta gris realidad que no nos complace demasiado ni demasiado poco. Preferimos lo malo conocido, no tenemos el valor de Truman. No estamos preparados para la cruda realidad.
Por eso no nos atrevemos a apostar, siempre minusvaloramos nuestras cartas, pensamos que ahí afuera no se gana ninguna partida.
Esto no es gran cosa, pero podría ser peor.
Ah, por cierto, por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches.

lunes, noviembre 18, 2002

No es verdad que no podamos volver nunca atrás
ni tampoco que siempre se está a tiempo de rectificar.
Hay un período de tiempo variable
durante el cual aún podemos volver atrás,
rectificar las cosas que hemos hecho o dejado sin hacer, desde la más insignificante hasta la más grave.
Pero a veces ese período es demasiado corto y no podemos reaccionar a tiempo. Quizás es mejor así. Cuando ya nada está en nuestras manos.
Porque lo peor es cuando lo sabes. Cuando eres consciente de que puedes volver pero no sabes si hacerlo, no sabes qué quieres, cuál será la decisión acertada y sufres por ello, más conforme más importante es el asunto que te preocupa.
Cuando es tarde no tiene sentido lamentarse y saber que no podemos hacer nada nos reconforta y hace que nos resignemos a lo inevitable.
Me hallo ahora mismo en uno de esos momentos respecto a algo importante y conforme se acerca el punto de no retorno mis dudas, mi dolor y mi inseguridad aumentan segundo a segundo.
No sé qué decisión tomar, si volver hacia atrás o seguir mirando solo hacia delante, enterrando el pasado para siempre.
Lo más seguro será que me equivoque en la elección. Como casi siempre.
Puede que el error esté en elegir.

sábado, noviembre 16, 2002

Uno busca sus señas de identidad esforzadamente,
trata de conocer qué es aquello que le configura y le hace diferenciarse de la multitud,
lo malo es cuando no las encuentra y piensa que no tiene identidad propia.
Piensa en las cosas que le definen
pero es incapaz de definirse,
busca algo particular, que le sea propio, distinto, original, al menos poco común, inusual, raro...,
algo que le distinga de los demás,
y se siente vulgar y prescindible,
es uno más, sin personalidad ni esencia, una piedra más en el muro, como dicen.
Y si encuentra algo no le gusta
y prefiere ignorarlo.
Supongo que esto es lo que algunos querían
y otros aceptan con agrado.
Pero es tan triste sentirse demasiado normal...
sentirse nadie...

viernes, noviembre 15, 2002

La ciudad. 3:30 en la madrugada.
Un hombre camina solo en silencio mirando a su alrededor.
Avanza despacio, a pasos desiguales e indecisos,
girando las mismas esquinas, tomando las mismas calles desnudas una y otra vez.
A veces pasa un perro abandonado y se quedan mirándose el uno al otro como dudando si se conocen y donde se vieron por vez primera.
Está perdido aunque conoce todas las calles.
Tiene frío aunque los termómetros no le den la razón.
Se siente extranjero aunque ha vivido siempre aquí.
A veces cree oír algo a lo lejos y se detiene a escuchar un instante.
Pero ha pasado.
Sólo queda el silencio ronco de una frágil noche desterrada.
Y prosigue su marcha pausada hacia ningún sitio.
Está buscando algo.
Pero no sabe qué.

miércoles, noviembre 13, 2002

Has renunciado a tu pasado.
Cansado de dar vueltas siempre a lo mismo y no sentirte satisfecho por tu vida, quieres salir de la rutina cotidiana a la que te atan demasiadas cosas.
Y prefieres olvidar todas esas ataduras para iniciar una nueva andadura.
Quieres mirar siempre hacia delante y no dejarte atrapar por el recuerdo que tantas veces te engañó con la emoción fácil hasta paralizarte.
Eres una persona nueva, sin ayer ni nostalgia.
Eres amnésico porque así lo has elegido tú.
Da un paso decidido hacia el mañana, ese “mar hondo que hay que cruzar a nado” y zambúllete en él sin lamentar tu pasado.

martes, noviembre 12, 2002

Voy a salir a buscarte.
Al fin sé dónde encontrarte.
Pero tengo miedo. Dudo si dar el paso. Dudo si quiero encontrar mi pasado. No dudo de ti sino de mí.
No sé qué voy a hacer. Cómo actuar, qué decir, qué pensar, qué sentir...
No sé si esto será lo correcto. Cómo saberlo...
Supongo que eso nos ocurre con todas las decisiones importantes, dudamos mil veces y tememos a lo desconocido y cualquier elección que hagamos seguramente después nos parecerá equivocada.
Pero debo salir de esta inercia apática en la que me he instalado cómodamente.
Esta no es la vida que yo buscaba. Mi vida está ahí afuera y yo me resisto a atraparla, porque no sé si es lo que quiero.
No sé a qué me enfrento. Me siento luchar contar un invisible enemigo invencible.
“Todo irá bien” me digo. “Todo irá bien” me repito intentado convencerme a mí mismo.
Pero me cuesta creerlo.

lunes, noviembre 11, 2002

Parece que no quiero darme cuenta de lo que pasa en mi vida y a mi alrededor.
Me siento a gusto y tranquilo en esta pausa del tiempo que habito sin darle importancia a las cosas que hago o dejo de hacer, y no me atrevo a intentar salir de ella, aunque a veces resulte aburrida y superficial, y renuncio a buscar verdades, porque tampoco las hay.
Prefiero no pensar demasiado las cosas que me suceden, dejarme llevar, hacerlo todo por inercia. Creo que la inmensa mayoría de la gente actúa así y me parece acertado. Tampoco íbamos a hacerlo mejor aunque pensáramos mucho las cosas.
Lo demás es obsesión y dolor.
Justo lo que hay que evitar.
Leo una frase que define perfectamente mi estado: “la sensación de ir sobrellevando los días por el procedimiento de no prestar atención a las verdades soterradas que a cada momento iban haciéndose más irrefutables y decisivas”.
Tengo esa misma sensación de que estoy intentando no mirar dentro de mí porque sé que lo que allí se esconde no me gusta. Que no quiero darme cuenta de las cosas que ocurren como si eso fuera a evitar que ocurrieran, pero no deseo saber más. Todo lo que sepa de más será un sufrimiento extra.
Y no me siento culpable por ello.
No existe otra forma de seguir adelante.
Hay un abismo demasiado oscuro y profundo en nuestro interior al que nos da miedo asomarnos.
Y hacerlo no nos iba a ayudar en nada.
Así que mejor tratar de ignorarlo, al menos mientras aún sea posible.
Pero por cuánto tiempo más lo será.

domingo, noviembre 10, 2002

Estoy aquí sentado todo el día sin hacer nada, cuando podría/debería salir afuera y averiguar algo de mí.
Pero no me atrevo a volver a llamar a los mismos números de teléfono que ya lo hice, a regresar a los lugares donde te/me busqué, a salir a la calle desnudo de recuerdos, donde me siento observado por todas las miradas, vigilado en todos mis movimientos, desconfiado y temeroso de todo el mundo.
Porque yo no los conozco a ellos pero quién sabe si ellos a mí.
Muchas veces algo nos sale mal sin saber por qué, quizás sólo producto de la mala fortuna, y el no conocer las causas de ese fracaso nos hace pensar que cada vez que intentemos hacer eso mismo nos volverá a salir igual de mal, por lo que renunciamos siquiera a intentarlo de nuevo, cuando no tenía por qué ser así, sino que la suerte podría cambiar de lado y sonreírnos en la próxima ocasión.
Nos da miedo tropezar dos veces con la misma piedra, pero puede que esa piedra no se encuentre ya allí, aunque seguimos evitando recorrer ese camino.
Por eso no me fío de mis recuerdos, porque parecen indicar que si algo ocurrió de una manera volverá a ocurrir igual la próxima vez y eso nos impide intentar muchas cosas que quisiéramos hacer pero ya no nos atrevemos amenazados por el pasado.
La memoria es mala consejera.

viernes, noviembre 08, 2002

Otra película, otra reflexión.
Me gusta que me hagan pensar. Aunque a veces lo que piense no sea de mi agrado.
Amelie. No me cambió la vida como prometían, pocas cosas pueden hacerlo ya.
Pero me hizo pensar otra vez más en “el discreto encanto de las pequeñas cosas de la vida”.
Amelie cultiva el gusto por los pequeños placeres: hundir la mano en un saco de legumbres, partir el caramelo quemado de la crema catalana con la cucharilla y hacer rebotar las piedras en el agua del canal.
He pensado en lo míos:
- Escuchar una de mis canciones preferidas en la madrugada varias veces seguidas con los ojos cerrados y sentir el profundo silencio que queda después.
- Correr por los campos tomando caminos desconocidos al azar y descubrir nuevos parajes solitarios en los que el ser humano más cercano se encuentra a más de un kilómetro.
- Escribir unas líneas como estas sentado en la terraza al sol escuchando el diálogo de los pájaros mientras contemplo las blancas casas, los verdes olivares y viñedos y las leves nubes caprichosas en una tarde de otoño, como esta en la que el tiempo se detiene y me dejo caer en el vértigo de mis pensamientos azarosos.
Son cosas sin mucho sentido a ojos de los demás pero que a nosotros nos hacen sentir bien dentro de nuestras posibilidades bastante limitadas.
Alguien dice en la película “La vida es injusta. Cada uno calma los nervios como puede”. Me gustaría que me dijeras cómo lo haces tú, cuáles son tus pequeños placeres cotidianos que te ayudan a sentirte mejor contigo mismo y con el universo.
Todos tenemos derecho a nuestras pequeñas rarezas con las que suavizar el absurdo dolor de cada día.

jueves, noviembre 07, 2002

Este es un post fuera de tono. Pido perdón por adelantado.
De vez en cuando conviene mirarlo todo con otros ojos (menuda expresión, a quién se le ocurriría) y cambiar tu manera de escribir tus paranoias diarias.
De todas formas siempre digo lo mismo, como todos. Lo malo es que algunos nunca dicen nada.
Amnésico o no, la cosa es que ando jodido y no me preguntes por qué, porque corres el riesgo de que escriba un insufrible post plañidero para explicarlo, y si bien cuando perdí la memoria no pensaba que me iba a servir para nada, hoy creo que me ha hecho reflexionar sobre muchas cosas importantes.
Ya ves, a veces las cosas que cambian nuestra vida empiezan de la manera más tonta.
Ahora hay gente que me da mala propaganda diciendo que sólo me acuerdo de lo que me interesa, pero yo le diría que mejor le iría a él si hiciera lo mismo.
Me doy cuenta de que este mensaje de hoy puede arruinar toda mi fama de amnésico, de melancólico, de triste y hasta de escribidor, pero quien no se arriesga....(¿vive mejor?).
Y es que en este mundo salvaje de los blogueros somos tan buenos o tan malos como nuestro último post. De nada te vale que hayas sido un Shakespeare (léase Shakespeare, osease como se escribe) de los blogs si un día la cagas. Nadie te volverá a leer.
Incomprensiblemente, parece que hay gente a la que le gusta lo que escribo y encima tienen la desfachatez de hacérmelo saber.
Y es que hay gente muy rara en el mundo.
Menos mal que son pocos. Detesto la fama.



P.D: Agradezco los comentarios, que tanto mejoran este diario. Creo que ya hay gente que entra en esta página sólo para leeros a vosotros. Yo soy uno de ellos. Gracias.

miércoles, noviembre 06, 2002

Alguien me ha descubierto.
Se llama Julio Llamazares y es un escritor que me gusta bastante.
Leo en una columna suya “Al fin y al cabo, siempre que alguien quiere cambiar de vida o de clase, lo primero que hace es olvidar su pasado”.
Lo reconozco. Creo que mi amnesia es algo autoinducido para poder cambiar de vida.
Dicen que quien olvida el pasado está condenado a repetirlo, pero yo pienso que es al contrario, es precisamente quien recuerda constantemente su pasado el que acabará volviendo a hacer las mismas cosas de antes.
He olvidado cómo era mi vida anterior pero algo dentro de mí me dice que no era la mejor posible. Ni siquiera era posible seguir instalado en ella durante más tiempo.
Así que me mudé. No de casa ni de ciudad sino de recuerdos.
Borré el dolor de mi pasado y arranqué todas las hojas hasta que quedó en blanco el libro del ayer.
Pero ahora me da miedo escribir páginas incorrectas.

martes, noviembre 05, 2002

Estoy aquí llamándote cada día, pidiendo auxilio a gritos, y sólo obtengo por respuesta el eco burlón de mi voz debilitada,
y mis fuerzas están a punto de agotarse, aunque reconozco que nunca fueron demasiadas,
tengo ganas de rendirme,
de dejarme llevar en la suave inconsciencia
y renunciar.
No lo quieres creer, te niegas a aceptar la realidad durante mucho tiempo pero finalmente todos tus temores se ven confirmados y un día te das cuenta de que estás solo, cuando alguien te ataca y nadie te defiende.
Es una forma muy dura de darte cuenta de las cosas.
Pero era necesario reconocerlo. Aunque no te guste la manera tienes que agradecer el resultado.
Al fin sabes de lo que dispones.
Eres tú solo contra un mundo hostil en el que te sientes extranjero.
Muchas veces siento ganas de llorar pero no sé por qué o por quién hacerlo y no consigo provocar las lágrimas que alivien las pena.
Estoy cansado. De luchar, de buscar, de sufrir, de vivir, de tener que hacerlo cuando ya no quedan motivos con los que poder engañarnos.
Me siento como una solitaria hoja caduca a punto de caer.

domingo, noviembre 03, 2002

Afortunadamente, todas las cosas dejan de interesarnos en algún momento.
Igual que las personas.
Porque si no fuera así perderíamos la capacidad de descubrir cosas nuevas, o no tendríamos tiempo para hacerlo todo y el dolor por aquellos que tuviéramos que abandonar sería irrefrenable.
Los afectos antiguos ocuparían nuestra capacidad de sentir por completo y no podríamos volver a experimentar el inestable placer del descubrir.
Yo he eliminado todos los míos de un plumazo.
Y no me siento mal por ello.
Menos mal que está el olvido.
Qué gran cosa es el olvido. Éste al que me refiero no es el que es incapaz de recordar algo, sino el que lo hace sin sentir las mismas emociones que antes, es una pérdida del afecto, ese que según la mitología occidental no es una facultad del cerebro sino del corazón.
Por suerte el corazón es un órgano amnésico.

sábado, noviembre 02, 2002

Sé que estás ahí.
No me preguntes cómo. Nunca tengo respuestas.
En algún lugar lejano lees cada día mis desvaríos, no sé si sorprendida o incrédula.
Y dudas.
No haces quizás otra cosa. Dudas si será verdad lo que escribo. Dudas si aparecer en mi vida. Dudas si es a ti a quien hablo.
Mientras, en este rincón abandonado por ti, sólo puedo espero a que un día de estos, sin más motivo que ninguno de los anteriores, tal vez cansada de mis impertinentes peticiones de ayuda o aburrida de tanta demencia, te decidas al fin a obligarme a recordarte.
De ti dependo.
Nos empeñamos en vivir en mundo apartados en los que siempre hace demasiado frío cuando podríamos compartir un poco de calor.
Y mientras, en mis oídos suena por sexta vez consecutiva aquello de “we’re just two lost souls swimming in a fish bowl, year after year”.
Ojalá estuvieses aquí.