Pero hoy estás aquí, a mi lado, silenciosa y dulce como las horas vespertinas de un otoño cálido y sólo tu presencia es suficiente para hacer que estos sean mis días azules y este sol no produzca en mí sombras.
Sólo porque tú perdiste la gloria puedo yo hoy gozarla. Tu pena es mi alegría.
Así es este mundo ingrato por el que pasamos sin mirar, en el que tan extraña es la felicidad y tan amplia la tristeza y tan difícil que coincidan dos instantes prodigiosos.
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