sábado, diciembre 30, 2017

Como todos nosotros, caí a menudo en el desaliento, acuciado por urgencias estériles. Como en tantas ocasiones, fui víctima de la indecisión, incapaz de hallar la diferencia. Como tantos otras veces quise ser el primero en cualquier cosa, aunque nadie lo supiera. Alojado en el ruido, me escondí entre la gente, camuflándome ante la adversidad. Como casi todo el mundo me dejé llevar por impulsos erráticos para no enredarme entre dudas inertes. Viví como si no importara demasiado, despreciando las consecuencias, y renuncié a mis principios si alguna vez los tuve. Utilicé a los demás cuando lo necesité, mentí, lloré y traicioné su confianza pretendiendo mostrarme sincero sin demasiada mala conciencia. Yo, como todos, más o menos, hice lo que me convenía en todo momento ocultando mis vulgares intenciones. Poco o nada que me distinga, de lo que estar orgulloso o avergonzarme, si acaso dos o tres manías particulares que oculto y esta estúpida manera de pedir perdón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aunque no sé si es real todo lo que escribes, tampoco se si podrías decirme cómo abandonar ese estado, así me encuentro yo, sólo, y sin aliento. ¿Como podría encontrar la solución?.