lunes, mayo 28, 2018

Todo es cuestión de prioridades. Decidir a qué queremos dedicar nuestro tiempo o a quién nuestro afecto es necesario. Son demasiadas las ocupaciones y las personas y escasas nuestras fuerzas y ganas como para malgastarlas en cosas o gente que no nos compensan. Buscamos satisfacer nuestros deseos con aquellas que más nos aportan, mientras desdeñamos las superfluas como una estéril pérdida de tiempo de la que huir a toda prisa. Por supuesto que hay que elegir, no hacerlo sería renunciar a una experiencia auténtica y supondría quedarnos siempre en la superficie en todo lo que emprendiéramos, sin atrevernos a profundizar. Pero elegir no significa rechazar, poner algo en primer lugar no anula todo lo demás, no supone convertir lo prioritario en lo exclusivo que elimine cualquier otra necesidad, ni entregarnos ciegamente a ese algo o alguien hasta que ya no seamos capaces de ver nada más y nos incapacite para tomar nuestras propias decisiones, pues, en ese caso, nos habremos convertido en esclavos de aquello a lo que decidimos entregar sumisos todo nuestro tiempo y nuestra voluntad.

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