sábado, septiembre 15, 2018

Examino mis cicatrices en el espejo, testigos de alguna batalla perdida que ya no recuerdo. Se presentan ante mí hoy como promesas de redención, señales que indican que el olvido aún es posible. No recuerdo el dolor que produjeron sino la calma tras la contienda y reviso despacio mi colección de rasguños y fracasos intentando hallar una respuesta. Compruebo admirado que ya no me importan, pues valoro el camino que señalaron como un paso necesario hacia este lugar, al fin sereno y pleno, en el que hoy me encuentro, pues he aprendido que sin dolor no hay victoria, sin tormenta no hay calma, sin error no hay acierto, sin oscuridad no hay luz ni sin noche mañana. Dolor y placer, caras de una misma moneda, heridas y recuerdos, huellas que marcan mi destino. No hay nada que reprochar.

No hay comentarios: