sábado, diciembre 15, 2018

No soy de los que se conforman con poco. No me quedo satisfecho con probar el plato y dejarlo a un lado, no me sacia la sed un solo vaso. Necesito llenar mi estómago hasta arriba para calmar mi apetito y si no es así, prefiero no probarlo. Mejor nada que poco. Mejor nunca que tarde. No me valen los sucedáneos ni los edulcorantes. Siempre busco lo original y auténtico. Prefiero una indigestión a quedarme con hambre. Soy compulsivo y voraz en el deseo. Cuando empiezo no sé cómo parar hasta llegar al final. Si quiero algo lo quiero a toda costa, sin importarme el precio que deba pagar por ello. Lo que me gusta me enloquece, lo que me disgusta me da asco. No escribo a lápiz por si tengo que borrarlo, si me equivoco asumo el error y sigo adelante. No apuesto nunca a más de un número sino que pongo todo lo que tengo al mismo, aunque me arriesgue a perderlo. Si empiezo algo lo acabo como pueda, aunque me cueste la vida, pero nunca abandono antes de cruzar la meta. Prefiero la derrota al empate, lo frío a lo templado, el cero al seis y medio, el desastre a la indiferencia. Así que si no estás dispuesto a darme todo lo que pido, mejor no me des absolutamente nada.


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