martes, marzo 17, 2020

Nos da miedo enfrentarnos a nosotros mismos y descubrir que no somos quienes creíamos o pretendemos ser. Necesitamos el ruido de la calle para no escuchar nuestros pensamientos, porque no hay nada a lo que temamos más que a nuestra propia conciencia. La rutina nos evade de nuestras ideas obsesivas, nos mantiene ocupados para no pensar en lo que no nos gusta de nosotros mismos pero no tenemos el valor para cambiar. Nos refugiamos en la masa temerosos de lo que podemos encontrar si miramos en nuestro interior. La oportunidad para la reflexión puede convertirse en una trampa peligrosa que nos conduzca a conclusiones arriesgadas y nos haga tomar decisiones equivocadas. Es muy duro reencontrarse cada mañana contigo mismo cuando no te gustas demasiado y tener que decidir qué vas a hacer con el tiempo que tienes por delante sin que nadie te imponga unas obligaciones en las que escudarte. Descubrimos reacciones desconocidas, actitudes insólitas y comportamientos de los que no nos creíamos capaces. Creemos conocernos y en realidad no sabemos casi nada de ese extraño que nos mira al otro lado del espejo. Estar solo puede ser tu peor condena. Un estudio concluía que la mayoría de las personas prefieren recibir una descarga eléctrica a estar a solas con sus pensamientos. No estamos preparados para el aislamiento. El aislamiento influye en nuestra salud mental, altera el sueño y las emociones, la atención, el razonamiento y la presión arterial, e incluso un experimento soviético llegó a la conclusión de que el aislamiento puede reducir tu cociente intelectual. Odiamos quedarnos a solas con nuestros pensamientos. Nadie está verdaderamente a gusto consigo mismo, no se satisface a sí mismo, no considera que tiene lo suficiente para sentirse completo y ese sentimiento produce un tremendo vacío existencial que nos lleva a huir de nuestro encierro. Somos animales sociales. Nuestro cerebro ha evolucionado para estar implicado en el mundo y socializar. O como decía aquel: “Como fuera de casa, en ningún sitio”. Aunque sea para tirar la basura.

4 comentarios:

Susana dijo...

Buena reflexión. Un beso

Rosa Mª Villalta dijo...

Pues mi pensamiento y sentir no es ése. A mi juicio, quien no se quiere a sí mismo, quien no se gusta a sí mismo, no se gusta en ninguna parte; es más, siente un gran alivio al poder dejar esa vida social.
Para encontrarse con uno mismo, no hace falta estar solo; hacen falta los demás para darte cuenta que no te gustas.

Me gusta tu reflexión.

Saludos.

R's Rue dijo...

Beautiful.

Devoradora de libros dijo...

A mí me gusta estar a solas conmigo misma, y no porque me guste precisamente, pero siempre he preferido aislarme.

Besos.