miércoles, abril 01, 2020

Estos días hay momentos para todo, para el optimismo y para la desesperación, para la esperanza y el desconsuelo, para la diversión y el aburrimiento. Paso a toda velocidad de la euforia a la depresión pasando por la indiferencia. Recorro el espectro completo de estados de ánimo dieciocho veces al día, procurando no caer en ninguno de ellos de forma permanente para no quedarme estancado en la apatía. Es como si estuviera viviendo todas las emociones habituales por las que atravieso a lo largo de mi vida pero de forma acelerada, a pesar de que el ritmo de actividad se haya detenido, tal vez precisamente por eso. Cuanto menos hago más pienso, y las emociones se disparan en un continuo subir y bajar que me deja exhausto aunque no haga nada durante la mayor parte del día. Cuando llegan los problemas te das cuenta de todo lo que hiciste mal, y de repente aparecen con toda claridad ante ti las respuestas a viejas preguntas que ya no son válidas, poniendo en evidencia tus carencias más profundas. Enfrentarte a la realidad cara a cara sin subterfugios te obliga a reconocer todo aquello que te falta y admitir que casi siempre es culpa tuya, cuando ya no puedes excusarte con mentiras prestadas o distraer la atención con ocupaciones burocráticas. Y todo eso que no tienes se convierte ahora en lo más preciso, aquello que abandonaste sin pensar, lo que perdiste por descuidarlo demasiado, lo que nunca buscaste porque no echaste en falta. Si pudieras volver atrás, te dices en un juego ingenuo en un instante de debilidad, no cometerías sin duda los mismos errores de los que hoy te avergüenzas, sabrías cómo poner remedio con suma facilidad a estos tus males actuales, repararías las grietas inadvertidas por las que se escapó sin darte cuenta lo que tanto echas de menos y tu vida ahora sería más plena, más intensa, más completa. Es fácil descubrir los errores del pasado cuando conoces el resultado. Pero ahora solo te queda este lamento solitario que nadie escucha e intentar evitar que mañana tengas que arrepentirte de lo que no estás haciendo y llorar en vano por tu inmensa estupidez.

5 comentarios:

Susana dijo...

Nunca es tarde para enmendarse. Un beso

Rosa Mª Villalta dijo...

Así es: siempre nos lamentamos de lo que no hicimos o hicimos. También ahora.
La inconformidad es una constante.

Muy buena reflexión.

Saludos.

Recomenzar dijo...

Me gusta lo que has escrito
Muchas veces me siento así
Sin entenderme y sin entender la pesadilla que estamos viviendo .No hay escape aunque nos estemos muriendo

Rita dijo...

Estos tiempos que corren invitan a la reflexión. Esperemos que de ello salga algo bueno. Yo, la mayoría de las veces, estoy decaída.
Un abrazo.

Emi, Mi Mundo, Mis Reglas, Mis Opiniones. dijo...

Hola.

Soy Emi del blog https://emimimundomisreglasmisopiniones.blogspot.com/ acabo de descubrir tu blog por casualidad.
Ya tienes una seguidora mas.
Te invito a pasarte por mi blog, y devolverme la visita.

Me ha encantado la reflexión que has echo, muy cierto todo lo que has escrito.
Una entrada muy bella.
Nos leemos. Besotes.

Emi ❤️