lunes, diciembre 04, 2023

Como a todos, me duele demasiado recordar las traiciones de las que fui víctima en el pasado, sobre todo por parte de aquellos a quienes consideraba algo mío. Tengo todo tipo de reproches para quienes no estuvieron cuando tanto los necesité, me hierve la sangre cada vez que pienso en ellos, por lo que procuro no frecuentar su recuerdo y no estaría dispuesto a darles una segunda oportunidad. Pero he de reconocer que yo también he fallado a mucha gente de un modo más o menos grave, incluso a aquellos a quienes quise y sentí cercanos y juré que nunca haría daño, por lo que no me atrevo a tirar la primera piedra ni tan siquiera la última. No tengo ningún derecho a acusar a nadie de crímenes que también yo he cometido, pues tengo el armario repleto de cadáveres. Sin duda no soy ningún ejemplo ni modelo a seguir, no estoy orgulloso de mi pasado, reconozco mis errores y pago mis deudas puntualmente. Nadie está libre de culpa por más que lo pretenda, todos somos el malo en la película de alguien, aunque a veces ni siquiera lo sepamos o no seamos conscientes de la gravedad de nuestros pecados. Todos lo hacemos o lo haremos tarde o temprano. Dicen que hay dos tipos de amigos, los que sabemos cuándo nos van a fallar y los que no sabemos cuando lo harán. Por eso trato de ser indulgente con los errores ajenos y me afano en perdonar a mis “queridos traidores” como también me gustaría que lo hicieran conmigo, aunque me cueste mucho perdonarme a mí mismo. Por eso quiero pedirte perdón por adelantado, porque sé que algún día llamarás y yo ya me habré marchado.


 

 

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