domingo, febrero 11, 2024

Desde hace algún tiempo he cogido la costumbre de responder a todos los mensajes inmediatamente, aunque no me apetezca demasiado. Da igual dónde o con quién esté, si estoy haciendo algo más o menos importante o incluso si estoy intentando conciliar el sueño. Procuro dar siempre una respuesta pronta y certera a quien me reclama. Porque sé que si no lo hago en ese mismo instante corro el riesgo de olvidarlo y, cuando me acuerde o tenga tiempo para hacerlo, la ocasión de responder ya haya pasado. Me ha ocurrido más de una vez y no estoy dispuesto a que me vuelva a suceder. Mi desidia o mi indecisión me han hecho perder oportunidades, eventos o incluso amistades por no haber enviado ese mensaje cuando debía hacerlo o por no estar a tiempo donde debería haber estado. Por eso, de un tiempo a esta parte, he decidido no dejar nada para después, no permitir que la pereza me venza o que la urgencia del deber me haga perderme lo que de verdad me importa. No voy a postergar más mis deseos ni a hacer planes a largo plazo, no diré ya nos veremos o a ver si quedamos, no voy a quedarme sentado esperando esa llamada que nunca llega, no voy a dejar que la llama se apague, que las ganas se pierdan, que el café se enfríe, que el amor se acabe... Porque puede que después, todas esas cosas que ahora me muero por hacer, ya no me apetezcan lo más mínimo, que el momento adecuado sencillamente haya pasado o que esa persona que hoy te reclama, mañana ya no esté. Porque estoy convencido de que, para todo lo que algún día quiero hacer, no hay ningún momento como este.


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