lunes, febrero 03, 2025

Vivimos atrapados en nuestros propios deseos, que nos empujan una y otra vez al abismo, como quien se consume en el fuego buscando escapar del frío. Hay palabras que arden en la garganta, silencios elocuentes y cuerpos que se añoran sin haberse conocido. Manipulamos nuestros recuerdos para hacer digerible la ausencia, nos aferramos al futuro como único consuelo y perseguimos sombras sabiendo que son mentira. Esquivamos la nostalgia torpemente, negociando una prórroga con la esperanza, mientras seguimos añorando aquello que nunca nos ha pertenecido. Nos prometemos lo imposible y nos prohibimos la cordura, obsesionados siempre con lo inalcanzable, con lo que no nos corresponde, como si creyéramos que el destino aún nos debe nuestro minuto de gloria, enredados en nuestros delirios de grandeza, mientras sobrevivimos a duras penas, protegidos por el miedo que nos impide nombrar al deseo del que nunca podremos escapar.