domingo, diciembre 29, 2002

Adoptamos papeles ingenuamente casi sin darnos cuenta, al principio como un juego, luego nos lo vamos tomando en serio poco a poco hasta que el personaje se nos va quedando pegado a la piel y ya es imposible distinguir actor y máscara. Aunque no nos guste nada ese papel que representamos y no se parezca en nada a ti.
El peligro es creerte tus palabras, meterte tanto en el papel hasta que él se mete en ti y no sabes cómo sacarlo afuera. Tú mismo te colocas la etiqueta con que te juzgan, eres el culpable y la víctima. Pero da igual, ese u otro, alguno había que adoptar y aunque este te parezca insufrible sabes que podría haber sido peor.
Sí, ya, quien no se consuela es porque no quiere. Pero por qué deberíamos querer.
A veces me dicen “No pensaba que fueras así. Nunca me lo habría imaginado. Pareces tan diferente...”, ya, ni yo, ni que ese actor famoso fuera un cabrón, ni que un ídolo de la infancia fuera estúpido, ni tantas cosas tan diferentes de lo que aparentan. También los humoristas lloran por la noche y yo me llevo grandes sorpresas con la gente que creía conocer.
Todo son máscaras. Este mundo está lleno de apariencias que ocultan cosa muy distintas.
Pido perdón por esas ocasiones en que os he defraudado, sé que suelo ser el peor personaje de mi repertorio.

No hay comentarios: