Nunca me ha gustado ir a la playa, aparte del agua salada que detesto y además está siempre fría para mi cuerpo tan intolerante a los cambios de temperatura, no me gusta la arena que se te mete en los lugares más insospechados y por más que te duches varias veces al día nunca consigues eliminarla del todo. Eso sin contar cómo te cuesta caminar por ella, te hundes, te clavas alguna piedrecita o concha y te achicharras la planta de los pies si se te ocurre caminar un paso sin las chanclas puestas.
Por eso yo a veces decía bromeando, iré a la playa cuando la asfalten y así poder evitarme esa molesta arena que tanto me irrita.
Estos días enciendo la televisión y me encuentro con mi deseo hecho realidad, y la verdad, no es como yo lo imaginaba.
No sé si debería sentirme culpable. Os juro que era sólo una broma y que en mi mente no se parecía en nada a lo que veo. Es como esos chistes en los que algún genio de la lámpara listillo hace una chapuza con tu deseo. El caso es que lo es.
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