miércoles, enero 29, 2003

Había olvidado cómo relegamos nuestros deseos y necesidades acuciados por la imposición y la prisa.
Sé que debería poner todo mi esfuerzo en buscar aquello que deseo despreciando las innumerables distracciones cotidianas e incluso desatendiendo mis obligaciones.
Empeñados en hacer lo más urgente olvidamos siempre lo importante.
No tenemos tiempo para aquello que es lo único que lo merece, y lo aplazamos indefinidamente quizás por pereza, quizás por cobardía.
Así llenamos las horas con actividades vacías que ocultan la realidad, con vaguedades y simplezas y no nos decidimos a enfrentarnos a nuestros temores que nos impiden hacer lo que deseamos.
Seguramente nunca lo haremos, nos dejaremos llevar por lo que nos ordenan o prohiben y creeremos todas sus mentiras, y nuestros sueños serán sólo un sereno lugar de la memoria al que acudir en busca de refugio para calmar las heridas cuando vivir duela y la noche se haga infinita.
Porque sé que olvidaré todo esto en pocos minutos y volveré a todas esas pequeñeces absurdas que me dejan exhausto y perdido entre las que lentamente se nos va escapando la vida.

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