Es tarde. Pero no hay prisa.
La mayoría la tienen para no ir a ningún lado y sé que a donde yo voy sólo se llega solo y despacio, alejándome del ruido y la precipitación de los demás. Hay tiempo. Demasiado tiempo.
No, no me dejaré llevar más por algo en lo que no creo, y no creo en nada ajeno a mí o casi.
No me dejaré vencer por una sombra.
Ahora que nadie me impone ritmos de vida ajenos, me sumerjo en la serenidad de estas horas infinitas mientras la ciudad y la memoria duermen, cuando me siento más mío que nunca, no acato normas externas y me siento libre, aunque sea un espejismo, sin miedos ni complejos, porque no tengo que pedir perdón por mis deseos, sólo la cobardía es culpable.
Pero no tengo prisa, para mí ya no existe el tiempo, todas las horas son iguales, ahora ya, que da igual que sea lunes o marzo o tarde.
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