jueves, abril 17, 2003

De vez en cuando me pregunto por qué sigo haciendo cosas que no deseo. Quizás porque hay gente que quiere que lo haga, pero no logro entender a esas personas que se empeñan en obligar a los demás a hacer cosas que no desean. Yo nunca me he planteado decirle a nadie lo que tiene que hacer, si pido algún favor es con mucha vergüenza y porque no tenga más remedio, porque no me interesa inmiscuirme en vidas ajenas. Demasiado tengo con llevar una para adelante como para preocuparme por arreglar las de los demás.
El caso es que sigo haciendo todas esas cosas sin pensar por qué. Soy tan cobarde que prefiero contentar a los demás a costa de un sacrificio propio que hacer lo que realmente me dé la gana. Supongo que la culpa es mía por doblegarme a sus intereses y negarme a cualquier enfrentamiento. Dejo constantemente que invadan mi voluntad y la sustituyan por la suya hasta que me he convertido en un ser sin voluntad, sin personalidad, sin capacidad de decisión propia. He ahogado mis deseos para no oír sus gritos desesperados. Hago siempre lo que me dicen que haga, creo en lo que quieren que crea, digo lo que desean escuchar, compro lo que me quieren vender, como lo que me dicen que coma, pienso lo que se supone debo pensar...
Bueno, un poco como todos, no?

No hay comentarios: