miércoles, mayo 02, 2018

Cuando era pequeño me escondía en el servicio durante el recreo. Aquel era el único lugar, aislado del mundo, donde me sentía seguro, lejos de los abusones que me hacían la vida imposible. Me refugiaba allí de los golpes y las humillaciones de las que nadie me defendía. Cerraba la puerta y echaba el pestillo y me quedaba muy quieto en absoluto silencio procurando que no se oyera mi respiración para evitar que me descubrieran y la emprendieran de nuevo conmigo. El tiempo ha pasado y han cambiado las personas en mi vida, y aunque perduran algunas actitudes, ya no hay nada que deba temer al otro lado de la puerta, pero no sé por qué, aún tengo la sensación de seguir escondiéndome de quienes me hacen daño.

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