jueves, junio 21, 2018

No nos atrevemos a querer, nos da miedo entregar más de lo necesario y reservamos siempre una parte importante de nosotros que no nos atrevemos a mostrar, pues tememos comprometernos demasiado. Nos da miedo sentir, experimentar sensaciones nuevas que nos saquen de nuestra confortable rutina. Desconfiamos de quien nos ofrece su afecto, sospechamos de quien nos abre su corazón y enseguida pensamos en segundas intenciones, por eso evitamos mostrar nuestras flaquezas y rehuimos las confesiones íntimas. Si notamos que nos estamos encariñando huimos a toda prisa de forma cobarde, tratando de matar ese sentimiento incipiente que nos conmueve y nos alejamos a toda prisa tratando de olvidar ese error imperdonable, mientras echamos de menos aquellos momentos furtivos en los que, tal vez por debilidad o por carencia, dejamos que alguien nos quisiera.

1 comentario:

Ikana dijo...

Pero a veces arriesgamos