martes, julio 31, 2018

No envidiamos los logros ajenos, sino que los despretigiamos. Si nosotros no lo hemos conseguido, no merece la pena. No queremos la gloria, nos conformamos con afear la victoria ajena. Tal vez lo hayamos buscado en otro momento, pero ahora renegamos de ello, sabiendo que estábamos equivocados. Nadie admite su culpa, no somos responsables de nuestros fracasos, tan solo la suerte nos fue esquiva y ni siquiera lo deseábamos de veras. Es un buen mecanismo de defensa para sentirse mejor, una anestesia para el alma inquieta y el mejor modo para no seguir lamentándose por nuestra incompetencia. Despreciar el triunfo para no sentirnos culpables de la derrota.

1 comentario:

Recomenzar dijo...

Vivir sin juzgar o juzgarte
la clave del éxito