miércoles, marzo 11, 2020

Cuando salgo a caminar solo, mi mente recorre a un ritmo acelerado paisajes más allá del horizonte, analizando todo lo que hay en mi vida y sus alrededores. Pienso en aquello en lo que me equivoqué en las últimas horas, lo que hice mal este día, en lo que puedo hacer para rectificar y en cómo reparar los daños ocasionados. Palabras comprometedoras, malos entendidos, bromas inocentes que pudieron molestar a alguien, mentiras que no tuve el valor de negar... De un modo involuntario, doy vueltas a los aspectos más dispares, desde problemas acuciantes a la mayor de las tonterías. Pienso en las cosas que me habría gustado decir y no me atreví y siento la necesidad urgente de hacerlo ahora o pedir perdón por mis errores para asegurarme de que no he provocado un daño irreparable a mi relación con alguna persona que me importa. A veces me sorprenden los derroteros que toma mi pensamiento y he de tener cuidado con las decisiones arriesgadas que tomo en esos momentos. Enredado en disquisiciones irresolubles, puedo llegar a cometer errores fatales que deba pagar más tarde con dureza, meteduras de pata antológicas que he lamentado durante mucho tiempo. A veces me acuerdo de personas que ya no están en mi vida y me pregunto por qué ha ocurrido, si eso fue lo que yo quería o en cambio me lamento por ello, e incluso estoy tentado de llamar a puertas que hace tiempo se cerraron para mí, creyendo ingenuamente que tal vez podrían volver a abrirse, cuando la realidad es que las posibilidades de que eso ocurra son prácticamente nulas. Casi siempre soy capaz de controlar ese impulso suicida y aguantarme las ganas de decir todo lo que siento, pero en ocasiones he llegado a enviar mensajes de los que me he arrepentido a los pocos minutos, cuando ya era demasiado tarde. Trato de justificarme diciéndome que quien no arriesga no gana, que no pierdes nada por intentarlo y todas esas frases absurdas que ridículos eslóganes han grabado en mi mente y me sorprendo repitiéndolos en contra de todos mis principios. Así que si alguna vez te llega un mensaje extraño, algo que no entiendas o te parezca inapropiado, no me lo tomes en cuenta, son solo señales de alarma que emito de forma inconsciente en busca de auxilio cuando me siento solo y perdido en mitad de ningún sitio, caminando sin rumbo por el monte y necesito asegurarme de que hay alguien a quien aún le importo a pesar de todos mis defectos imperdonables.

7 comentarios:

Rita dijo...

Los paseos en solitario son ideales para todo tipo de reflexiones. A mí me gusta mucho hacerlos y además son una fuente de inspiración muy grande.
Un abrazo.

Susana dijo...

Creo que eres muy duro contigo mismo. Un beso

Rosa Mª Villalta dijo...

¿Por qué será que parecen mías cada una de esas cuestiones? ¿Por qué será que parece como mía esta tan hermosa reflexión?
Gracias Bernardo por compartir tan profunda y bonita reflexión.

Saludos.

loslibrosmesalvaronlavida dijo...

Pasear en solitario, a veces es un regalo que es difícil de alcanzar.

Helena Saenz dijo...

Caminar siempre ayuda a reflexionar... Me pasa lo mismo cuando camino de casa al trabajo sola y viceversa, incluso cuando voy sola a la tienda o salgo fuera... Hay veces incluso, que solo salgo a caminar para aclarar mi mente.

Cometemos errores, todos lo hacemos; es una pena que muchos no lo entienda ni comprendan cuando nos toca hacerlos, pero espero eso cambie algún día o alguna vez.

Buena reflexión.
Un abrazo enorme y muy buena vibra!

Devoradora de libros dijo...

Creo que tu reflexión puede ser la de muchos de los que te cruzas por la calle cuando vas de paseo.

Besos.

Frases Bonitas dijo...

No es tan facil reconocer nuestros errores