miércoles, diciembre 30, 2020

Acaba un año difícil, el año que vivimos peligrosamente, el año de las videoconferencias y las mascarillas, el año del confinamiento y las restricciones, de los gritos y los aplausos. Estos días muchos lo maldicen con razón, se acuerdan del dolor y la miseria y pretenden olvidarlo cuanto antes, pero yo prefiero quedarme con lo que aprendimos. Aprendimos que somos más fuertes de lo que creíamos, que podemos vivir con mucho menos y que no necesitamos la mayoría de nuestras pertenencias. Aprendimos a valorar cosas a las que no dábamos importancia y descubrimos a quién de verdad echábamos de menos, cuáles eran para nosotros las actividades esenciales y las personas de primera necesidad. Fuimos capaces de sacrificarnos para conseguir el bien común, de resistir más allá de nuestros límites y levantarnos después de cada caída. Aprendimos que juntos vencemos a la adversidad y superamos las desgracias, que la distancia no siempre es el olvido y que lo que consideramos “normal” es algo extraordinario. Aprendimos que hay gente que nunca aprende, con esos también contábamos, que cada día cuenta no es una frase hecha, que no hay mal que cien años dure y que el mañana es hoy, aunque todo eso ya lo sabíamos pero no lo practicábamos. Aprendimos a vivir sin miedo pero con precaución, a mantener la distancia de seguridad con quien no nos conviene, a romper las barreras emocionales aun manteniendo las físicas y a mirar al futuro con esperanza. Nadie ha salido indemne del 2020. Un año que no olvidaremos, en el que nos conocimos mejor y del que ojalá salgamos fortalecidos. Esperemos que 2021 sea el año de las vacunas y los abrazos, del renacimiento y el reencuentro. Feliz año a todos.



2 comentarios:

Luz dijo...

Que así sea y que sigas con estos cuentos magistrales.
Feliz año para ti

Bernardo dijo...

Gracias. Feliz año.