De pequeño me enseñaron que ser, estar y parecer son verbos copulativos, pero son cosas muy distintas. Hay quien parece pero nunca está, quien no está donde es ni se le espera, quien es lo que no parece y quien está aunque no lo parezca. Pero hay quien se empeña en confundir los verbos: ser con tener, querer con interesar y ofrecer con dar limosna. También me enseñaron que es de bien nacidos ser agradecidos, que hay que dar a quien te da sin pasar la factura y que todo nuestros actos conllevan una responsabilidad, aunque no queramos asumirla. El error es creer que tus valores son también los de los demás, y esperar que hagan lo que tú harías en su lugar. He aprendido a aceptar aunque duela, a consentir sin asentir, a soportar solo lo soportable, ya no espero que ocurra algo que nunca antes ocurrió, no confío en que nada cambie por arte de magia y no creo más que lo que veo con las gafas puestas. Es una cuestión de qué elegimos y a qué renunciamos, y sé que no soy una prioridad para nadie. Es cierto que para todo hay una explicación, pero eso no justifica nada. Yo también tengo una larga lista de excusas favoritas, por si hace falta utilizarlas cuando no me apetece hacer algo, algunas están muy vistas, otras son realmente buenas, pero todas son mentira. La verdad es que no lo hago porque no me importa, que renuncio a fingir un interés que no tengo y que no quiero estar con quien no es lo que parece.
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