No estoy mal, pero he tenido días mejores. No soy viejo, pero tampoco joven. No soy pobre, pero tampoco rico. No estoy triste, pero tampoco contento. No estoy mal, pero tampoco bien. Quizás no te has dado cuenta, pero hace tiempo que no sonrío. Vivo instalado en la mediocridad que detesto. Tal vez no debería quejarme pero me quejo. La verdad es que no tengo motivos poderosos para hacerlo, incluso tendría que estar agradecido por todo lo que tengo, pero aun así no me conformo con nada. Habrá quien me considere un privilegiado y un caprichoso que no sabe lo que quiere, pero eso no atenúa el vacío que siento. Cumplo con mis obligaciones sin ninguna pretensión, hago las cosas solo porque debo hacerlas, actúo como un autómata, no tengo grandes alegrías ni tampoco grandes penas. Estoy en modo supervivencia, solo sigo respirando y vivo por inercia. No espero con ilusión los fines de semana ni las vacaciones. No participo de la fiesta ni tengo nada que celebrar. Siento que pierdo el tiempo todo el rato, que lo que hago no sirve de nada, que todo esfuerzo es inútil. Todo es gris, plano, aburrido... como si vivir así no valiera la pena. Me da igual si algo pasa o deja de pasar. Nada despierta mi interés ni me produce demasiado rechazo. Nada está mal, pero no es lo que imaginaba. No me ocurre nada malo, pero siento que mi vida no funciona como debería. Sigo esperando sin saber qué. Vivir así no duele, pero cansa. Pero seguiré diciendo que todo está bien cada vez que me lo preguntes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario