martes, junio 10, 2025

Tal vez el problema sean las expectativas. Cuando nada te satisface y sientes que te falta algo, no queda más remedio que acoger la renuncia. Las horas vacías se vuelven eternas y no hay una rendija por la que entre el aire. Sientes que todo lo que te pasa es culpa tuya y no encuentras razones para el optimismo. Entre el trabajo y el supermercado, comprendes que nada va a cambiar y se suceden en bucle los días malos, como un laberinto sin salida, una cadena perpetua de la que nadie puede salvarte ni tampoco lo esperas. Aprendes a moverte entre lo gris, a fingir cierta normalidad, a responder "todo está bien" cuando por dentro solo hay ruido. Te acostumbras a vivir en modo automático: te levantas, haces lo que se espera de ti, hablas lo justo, finges que no pasa nada... Porque decir la verdad (que estás cansado, que te sientes vacío, que ya no puedes más) incomoda y ni siquiera sabes cómo explicarlo. La esperanza, cuando aparece, es fugaz, y suele estrellarse contra la evidencia de los días iguales. Hay momentos en los que quisieras romper con todo, huir y empezar de cero, pero incluso eso te parece inalcanzable, un lujo reservado para otros. Dejas de buscar sentido, porque ya lo has hecho demasiado tiempo sin hallar nada. Y entonces, poco a poco, te instalas en la indiferencia, sin esperar nada de nadie, ni siquiera de ti, como una forma de rendición silenciosa. Observas a los demás, con sus risas y sus dramas cotidianos, como si estuvieran al otro lado del cristal, como si el mundo siguiera girando y tú te hubieras detenido en un punto muerto, invisible para todos, como si la vida pasara a toda velocidad por delante tuya sin detenerse. Y sigues haciendo cada día lo mismo: abres los ojos, te vistes, sales al mundo... con esa mezcla de resignación y silencio, esperando que al menos no empeore, no porque tengas fuerzas, sino porque no tienes alternativa, porque no hacerlo tampoco cambiaría nada. No tienes grandes ambiciones, no reclamas nada, no buscas la perfección, tan solo algo sencillo y amable que no duela.


 



 

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