Desconfío de mis deseos. Me pregunto si de verdad estoy dispuesto a arriesgar algo por lograrlos o acaso son caprichos pasajeros que mañana dejarán de importarme. Hay muchas cosas que se me antojan a diario, destellos que captan poderosamente mi atención y me hacen dudar del valor de lo que tengo, tal vez porque no sé lo que quiero y confundo la realidad con su apariencia, dejándome embaucar por el brillo de lo nuevo. Cansado de hacer cosas que no entiendo y no he elegido ante el miedo a equivocarme, hay momentos de flaqueza en los que entregaría todo a cambio de un espejismo y otros en los que nada consigue despertar en mí el más mínimo interés. No sé a qué lugar oscuro pueden llevarme mis decisiones, no quiero ser víctima de mis errores y quedarme sin excusas que me salven de la culpa. Pienso en las consecuencias de mis deseos y siempre juzgo mayores los inconvenientes que los éxitos, lo que me paraliza y me condena a seguir atrapado en este silencio, donde ya no pido nada por miedo a que se me conceda.
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