He de enfrentarme a un futuro que no existe pero que debo construir sin saber cómo.
En todo lo que hago está presente la idea de que serán las últimas veces que lo haga y eso lo tiñe todo de un tono gris y amargo, y el mundo parece más feo y peor.
Tendré que renunciar a la amable rutina de lo cotidiano, volver a lo imprevisto, a tener que hacer de cada día algo diferente y a encerrarme en un largo túnel al que no veré salida.
Cada gesto repetido innumerables veces, al principio con torpeza y desgana, ahora ya con familiaridad y agrado, dejará de ser necesario y habré de inventar nuevos modos de vivir, ensayar nuevas costumbres redentoras que siempre me parecerán peores, y este tiempo que mientras duró se me antojaba oscuro y triste, será un paraíso en la memoria.
Estos días perdidos para siempre no hallarán el modo de volver, y aunque aún no ha acabado,
ya empiezo a echar de menos todo esto.
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