Me siento demasiado impotente ante tanta injusticia, la rabia me invade sin control y eso me impide disfrutar de mis pequeños olvidos cotidianos, por lo que suelo preferir no pensar mucho en el tema, porque nada depende de mí, ni siquiera esta vida vulgar y corriente que me tocó llevar.
Así que me refugio en cosas banales y superfluas, en entretenimientos sin importancia que es lo único en lo que aún me siento con capacidad de decidir algo, miro para otro lado porque me da miedo mirar fijamente el dolor y me siento culpable, bajo, ruin y despreciable por ser como únicamente puedo ser.
El problema es que cuando uno es incapaz de decidir otros deciden por ti, y sus decisiones suelen ser las más opuestas a tus deseos.
Si al menos pudiera olvidarme de todo esto y que todo comenzara de nuevo...
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