Uno, a veces, se mira al espejo y no se reconoce,
siente que alguien, desconocido y vulgar, ha usurpado su cuerpo y busca tras la imagen ajena que le observa sin lograrlo a aquel que fue en días sin duda mejores.
Uno, a veces, se da cuenta de lo lejos que quedaron sus sueños y de las enormes diferencias que hay entre lo que ansiaba ser y este personajillo gris y sin importancia en que se ha convertido.
Uno reconoce que es tarde para casi todo aunque no hubo tiempo para casi nada y reniega de esa vida anodina y cruel que ha llevado casi sin saberlo, poniendo la esperanza en un futuro que nunca llegó pero que ya ha pasado, y siente que uno ha gastado todo su esfuerzo en nada.
Y en ese momento uno maldice su vida y piensa que quizás hubiera sido mejor no haber nacido, y siente rabia por haber olvidado cómo llorar.
Por eso uno prefiere huir de los espejos.
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