martes, mayo 27, 2003

Desde que ella desapareció sin huella, como si nunca hubiera existido, trato de hacer las cosas que sé que ella hacía y yo no solía. Escucho aquel programa de radio que tanto le gustaba y yo juzgaba ridículo, visito las páginas que formaban parte de su ruta diaria, leo los libros que ella leía, tan lejanos de mis preferencias anteriores, escucho la música que ella escuchaba, veo las películas que me recomendó y no le hice caso, los programas de televisión que veía, paseo al atardecer y me tiendo en la hierba como hacía a diario, y empiezo a disfrutar del placer que ella extraía de todas esas actividades cotidianas que para mí simplemente no existían. Ahora me gustaría poder compartirlas con ella, hacer juntos lo que alivió nuestra soledad, decirle que he descubierto ese grupo que ella adoraba y yo ignoraba, que me encantó su libro de cabecera, que cada noche es ese programa de radio lo único que consigue arrancarme una sonrisa, que volví a llorar la quinta vez que vi su película, que la echo tanto de menos... .Quizás si hubiera hecho todas estas cosas antes, cuando ella aún era en mi vida, nunca se habría marchado, quién sabe, ahora sólo me preocupa saber dónde está, si sigue haciendo todo como antes, para al menos, al leer, escuchar, ver, navegar, pasear, sentirme de algún modo unido a ella en la distancia y saber que ella ríe y llora con esas cosas sencillas al mismo tiempo que yo.


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