lunes, mayo 26, 2003

Silenciosa como la muerte, no pide permiso ni consiente queja, brota en la noche como su primavera y me aturde con su semilla poderosa causando en mí reacciones alérgicas. Me embauca, me seduce y me empuja a un turbio camino del que desconfío pero que no puedo evitar recorrer bajo su amenaza. Se apodera de mí, presa fácil del engaño y me arrebata hasta la última de mis esperanzas mojadas. Luego, cuando el amanecer me sorprende derruido e inerme en el lecho de la batalla, pareciera que el mundo estuviera otra vez en su sitio, voy sembrando de ilusiones la mañana, riego de necesidad la tarde y la abono con mis anhelos más persistentes al ocaso, pero ella llega de nuevo cuando las sombras se pierden y se adueña del fruto inmaduro de mis esfuerzos asolando el escenario del deseo que inunda de desconsuelo. Maldita zorra que contamina mis sueños, de la que es imposible huir y me deja siempre destruido e indefenso.


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