sábado, mayo 24, 2003

Me gusta volver allí de vez en cuando. Aquel fue mi hogar durante un tiempo, pero ahora cuando regreso me siento extranjero. Ya no queda nadie de los que compartimos soledad y rechazo, de quienes en noches casi irreales éramos capaces de creer en lo imposible. De todas formas, cuando a veces me encuentro con alguno de ellos, nada es igual ni podría serlo, porque hemos cambiado demasiado y olvidamos cómo soñar.
Cada nueva hoja en el calendario es un motivo más para la nostalgia, cada recuerdo una lágrima que secar, debe ser que nos hacemos viejos cuando miramos más hacia atrás que hacia delante. Tampoco queda otra salida, porque delante sólo hay un muro negro e indescifrable contra el que estamos cansados de estrellarnos.
Cada vez que regreso allí me digo que será la última, que no puedo seguir viviendo en el pasado, pero al poco tiempo vuelvo a sentir la necesidad de retornar al ayer, con la vana esperanza de que algún día en uno de esos viajes encuentre todo como una vez fue y la vida conceda una prórroga incondicional al deseo.

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