viernes, mayo 21, 2004

Antes, sin saberlo, quería ser perfecto. Pretendía hacer todo del mejor modo posible, evitar cualquier error, corregir todos mis defectos. No me daba cuenta pero no me permitía un instante de flaqueza, un fallo mínimo que a mis ojos lo derrumbaba todo. Y odiaba mis debilidades, mis veleidades, mis concesiones a lo irracional, porque a mi juicio todo lo que no fuera razonable era despreciable. Y a veces sufría grandes contradicciones, porque lo que yo sentía se enfrentaba a lo que pensaba que debía hacer, y todo lo veía como fruto de mi mezquindad, de mi ignorancia e inconstancia. Ahora no me preocupo si lo que hago o pienso va en contra de la razón, si mis errores me perjudican o la gente me juzga por ellos, si me domina el deseo y margino la razón. Estoy cansado de sufrir por algo inalcanzable, cansado de no poder ser como deseo sino como debo. Quizás lo hacía todo de un modo inconsciente, por supuesto, de hecho tomar conciencia de ello me ha hecho cambiar mi actitud, porque como casi siempre son las cosas que hacemos sin darnos cuenta las que más nos determinan, generalmente de manera negativa. Ya no me importa ser contradictorio, irracional o poseer mil defectos, ya no me preocupa equivocarme, ceder a mis caprichos o quedar en ridículo, al fin y al cabo quién determina lo que es adecuado y lo que no. Ahora sólo pretendo hacerlo todo del modo más sencillo e indoloro, aunque no sea lo más correcto.

No hay comentarios: