Vivimos atrapados en nuestros propios deseos, que nos empujan una y otra vez al abismo, como quien se consume en el fuego buscando escapar del frío. Hay palabras que arden en la garganta, silencios elocuentes y cuerpos que se añoran sin haberse conocido. Manipulamos nuestros recuerdos para hacer digerible la ausencia, nos aferramos al futuro como único consuelo y perseguimos sombras sabiendo que son mentira. Esquivamos la nostalgia torpemente, negociando una prórroga con la esperanza, mientras seguimos añorando aquello que nunca nos ha pertenecido. Nos prometemos lo imposible y nos prohibimos la cordura, obsesionados siempre con lo inalcanzable, con lo que no nos corresponde, como si creyéramos que el destino aún nos debe nuestro minuto de gloria, enredados en nuestros delirios de grandeza, mientras sobrevivimos a duras penas, protegidos por el miedo que nos impide nombrar al deseo del que nunca podremos escapar.
Diario del olvido
lunes, febrero 03, 2025
jueves, enero 30, 2025
En realidad luchas por que alguien te diga que está bien lo que estás haciendo. Todos mis esfuerzos van encaminados a obtener el reconocimiento de los demás, como si necesitara su validación para justificar lo que hago y lo que siento. Me lamento cuando mis modestos logros pasan desapercibidos, considero el silencio como un clamoroso fracaso, pues lo único que busco es una palabra de apoyo, un gesto de aprobación, un abrazo o un beso. Porque lo que no se ve no existe, lo que no te valoran no sirve, como un árbol que cae en mitad del bosque sin que nadie lo escuche, como un grito en el desierto. El festín no está completo si no es en compañía, sin el aplauso del público la obra no tiene sentido. Sé que es ese mi problema, esta brutal carencia que me hace dependiente de la mirada ajena y que no importa el éxito o el dinero, pues todo lo que hacemos lo hacemos solo para que nos quieran.
martes, octubre 08, 2024
Estás ahí, intentando superar la apatía en que la rutina te envuelve y de nuevo te planteas la posibilidad de hacer aquello que llevas meditando mucho tiempo. Valoras pros y contras, calculas con precisión tus probabilidades e imaginas todo lo que conseguirías si por una vez acertases. Pero enseguida te asaltan las dudas y tu mente se llena de las imágenes familiares del fracaso aconsejándote la prudencia como método, pues aún no te atreves a llamarlo cobardía. Porque hay cosas que no han sucedido y me duele solo pensarlas. Se presentan ante mí como pesadillas que me zarandean de repente, provocándome taquicardia, sudor y rabia, por lo que siempre acabo descartando intentar cualquier cosa diferente, por insignificante que parezca, y decido dejar que el tiempo adormezca al deseo y calme mis urgencias. Aventuro el peligro y prefiero no hacerlo, esperar en silencio que pase lo que tenga que pasar, como si no hubiera otra alternativa, para evitar así todo riesgo, conformarme, resignarme, callar, tragarme uno a uno todos mis lamentos. Pero, no sé por qué, últimamente tengo la extraña convicción de que, casi siempre, lo más arriesgado es no hacerlo.
domingo, octubre 06, 2024
A veces, me miro en el espejo y no me reconozco, y reniego de este vulgar personaje en el que me han convertido. No quiero ser uno más de esos farsantes que escriben informes en lugar de poemas, esos que se toman muy en serio a sí mismos y cumplen todas las normas por injustas que les parezcan, esos señores tan importantes que usan corbatas y portan estandartes, los que presumen de lo que carecen, los que nunca se arrepienten, los que siempre aciertan y están orgullosos de ser quienes les han dicho, un simple funcionario que se limita a cumplir la tarea encomendada, sin protestar jamás, pues respetan a la autoridad más que a sí mismos y tienen más miedo al castigo que ganas de la recompensa. Tan solo quiero seguir siendo el niño que soñaba que lo imposible llega mañana, un inconsciente que se lo juega todo porque ha venido a jugar. Quiero reírme a carcajadas frente al espejo, pasarme de la raya hasta borrarla y romper todos los contratos que alguna vez firmé, incluso sin querer y sin darme cuenta. Aunque no encaje en este mundo ridículo, aunque todos me señalen al pasar, aunque se burlen de mí en privado y me lapiden en público. No quiero ser más que quien siempre fui, un loco en la colina aullando a la luna a quien nadie escucha y a nadie importa.
jueves, mayo 16, 2024
Con el tiempo aprendes a no esperar nada de nadie y a esperarte cualquier cosa, comprendes que cada cual busca su propio interés y que estamos solos ante la adversidad, que forzar las situaciones solo conseguirá resultados indeseados, muy distintos a lo que habíamos imaginado, que a veces es mejor callar que decir la verdad aunque nos queme por dentro, que la prudencia vence al valor y que hay cosas que conviene olvidar porque no tienen remedio. Solo con los años te das cuenta de que no tiene sentido luchar por un amor o un amigo, pues los únicos que merecen la pena son los que no te suponen ningún esfuerzo. Aprendes a dejar ir a quien no se empeña en quedarse y asumes que quienes se fueron lo hicieron para dejar hueco a los que llegarán. Comprendes que nadie recibe lo que da ni mucho menos lo que merece y aun así debes seguir ofreciendo todo sin pedir nada a cambio para conseguir algo, que las promesas no son más que palabras y las palabras casi nunca significan lo que creemos. Solo con el paso de los años uno aprende a no preocuparse por un futuro que casi nunca es como imaginábamos, y empiezas a vivir como si no tuvieses nada que perder, pues en el fondo nada importa demasiado. Y llega un momento en que al fin eres capaz de perdonar a quienes te despreciaron, humillaron u ofendieron, porque en realidad no sabían lo que estaban haciendo y probablemente ya pagaron de sobra por ello. Reconoces que no es lo mismo estar contigo que junto a ti y comprendes la diferencia entre ser, estar y parecer, admites que la soledad es mejor que la mayoría de las compañías y decides quedarte con quien no pretende corregirte ni salvarte. Pero por desgracia, aprender todo eso, casi siempre conlleva mucho tiempo, dolor y lágrimas.
domingo, mayo 12, 2024
Me rebelo contra la resignación que destruye mi inocencia, detesto mi habitual conformismo y pasividad que me convierten en cómplice, siento asco, pena y vergüenza cuando las imágenes de guerra, muerte y destrucción no consiguen remover mi interior ni provocar más que un leve rechazo pasajero, acostumbrado a ellas como a la mentira cotidiana; cuando me cruzo por la calle con personas que sufren sin que hagamos nada por ellas, cuando desvío la mirada ante quien necesita ayuda o si alguien de mi entorno lo pasa mal y no le ofrezco mi apoyo, cuando miro para otro lado y justifico el engaño, cuando comprendo al vago, al pícaro o al tramposo, cuando tolero al mentiroso, cuando no alzo la voz contra la injusticia, cuando asumo como normal lo que no debería suceder jamás, cuando pongo excusas para no mover un dedo, cuando no me conmueven las lágrimas ajenas, cuando todo a mi alrededor se derrumba y no cumplo con mi parte, cuando por egoísmo, comodidad o miedo renuncio a luchar contra los tiranos que nos someten y asumo la tragedia como inevitable sin cuestionármelo, cuando me encojo de hombros diciendo “¡Y qué puedo hacer yo!” Siento que mi actitud me empequeñece, mi cobardía me desautoriza, mi silencio me condena, y reniego de mí mismo cuando consiento, callo u olvido... porque me niego a acostumbrarme, porque, pese a todo, aún sigo empeñado en evitar que el dolor me sea indiferente.