No sé por qué siempre queremos lo que no nos conviene. Insistimos en llamar a puertas equivocadas, nos enganchamos a lo más nocivo, atraídos por el resplandor del fuego que acabará consumiéndonos. Constantemente me propongo dejar de hacerlo, alejarme de aquello que me hace daño, huir de la tentación del abismo, pero siempre acabo cometiendo de nuevo mis errores favoritos. Porque no importa lo que queramos, volveremos a caer una y otra vez en la trampa, dejándonos engañar por el mismo truco barato, porque no está en nuestra mano elegir cuando se trata de lo prohibido. Tal vez sea una cuestión de orgullo, como si se tratase de un reto ante el que no estamos dispuestos a rendirnos, aunque nos cueste la vida. Lo que nos hiere nos atrae, nos hacemos adictos al dolor que nos provoca, nos maltrata, nos humilla, nos vacía, y aun así, seguimos deseando lo que no está a nuestro alcance.
Diario del olvido
jueves, octubre 02, 2025
sábado, septiembre 27, 2025
La clave del bienestar es siempre el autoengaño. Fingir que no pasa nada, que lo mejor está aún por llegar, pensar que todo va a salir bien aunque no lo parezca, confiar en las palabras de la gente y creer que algún día cambiarán. Hay pocos indicios que nos hagan pensar así, pero te esfuerzas en creer que el destino te tiene reservada la recompensa que mereces. Cuando todo el mundo te dice que no va a pasar lo que deseas y te estrellas una y otra vez contra la pared, solo nos queda el autoengaño para seguir levantándote cada día de la cama, porque si asumes la realidad no podrías vivir ni un minuto más. Sales a la calle y te pones las gafas de realidad aumentada que te hacen ver un mundo ideal y creer que las cosas se arreglarán por sí solas. Fiel seguidor de lo imprevisible, rechazo mis pensamientos oscuros, empeñándome en llevar la contraria a la lógica y el sentido común, y adivino señales de la victoria en detalles que para otros pasan inadvertidos, confiando en que mañana dos más dos sumen cinco e imagino una aparición inesperada que resuelva todos mis problemas como un dios surgido de una máquina. Yo quiero creer, me miento a mí mismo a diario, lucho con todas mis fuerzas contra el desánimo, aunque no siempre lo consigo. No sé si será la edad, o las malas experiencias previas, pero lo cierto es que cada vez me cuesta más creer en los milagros.
martes, junio 17, 2025
No estoy mal, pero he tenido días mejores. No soy viejo, pero tampoco joven. No soy pobre, pero tampoco rico. No estoy triste, pero tampoco contento. No estoy mal, pero tampoco bien. Quizás no te has dado cuenta, pero hace tiempo que no sonrío. Vivo instalado en la mediocridad que detesto. Tal vez no debería quejarme pero me quejo. La verdad es que no tengo motivos poderosos para hacerlo, incluso tendría que estar agradecido por todo lo que tengo, pero aun así no me conformo con nada. Habrá quien me considere un privilegiado y un caprichoso que no sabe lo que quiere, pero eso no atenúa el vacío que siento. Cumplo con mis obligaciones sin ninguna pretensión, hago las cosas solo porque debo hacerlas, actúo como un autómata, no tengo grandes alegrías ni tampoco grandes penas. Estoy en modo supervivencia, solo sigo respirando y vivo por inercia. No espero con ilusión los fines de semana ni las vacaciones. No participo de la fiesta ni tengo nada que celebrar. Siento que pierdo el tiempo todo el rato, que lo que hago no sirve de nada, que todo esfuerzo es inútil. Todo es gris, plano, aburrido... como si vivir así no valiera la pena. Me da igual si algo pasa o deja de pasar. Nada despierta mi interés ni me produce demasiado rechazo. Nada está mal, pero no es lo que imaginaba. No me ocurre nada malo, pero siento que mi vida no funciona como debería. Sigo esperando sin saber qué. Vivir así no duele, pero cansa. Pero seguiré diciendo que todo está bien cada vez que me lo preguntes.
martes, junio 10, 2025
Tal vez el problema sean las expectativas. Cuando nada te satisface y sientes que te falta algo, no queda más remedio que acoger la renuncia. Las horas vacías se vuelven eternas y no hay una rendija por la que entre el aire. Sientes que todo lo que te pasa es culpa tuya y no encuentras razones para el optimismo. Entre el trabajo y el supermercado, comprendes que nada va a cambiar y se suceden en bucle los días malos, como un laberinto sin salida, una cadena perpetua de la que nadie puede salvarte ni tampoco lo esperas. Aprendes a moverte entre lo gris, a fingir cierta normalidad, a responder "todo está bien" cuando por dentro solo hay ruido. Te acostumbras a vivir en modo automático: te levantas, haces lo que se espera de ti, hablas lo justo, finges que no pasa nada... Porque decir la verdad (que estás cansado, que te sientes vacío, que ya no puedes más) incomoda y ni siquiera sabes cómo explicarlo. La esperanza, cuando aparece, es fugaz, y suele estrellarse contra la evidencia de los días iguales. Hay momentos en los que quisieras romper con todo, huir y empezar de cero, pero incluso eso te parece inalcanzable, un lujo reservado para otros. Dejas de buscar sentido, porque ya lo has hecho demasiado tiempo sin hallar nada. Y entonces, poco a poco, te instalas en la indiferencia, sin esperar nada de nadie, ni siquiera de ti, como una forma de rendición silenciosa. Observas a los demás, con sus risas y sus dramas cotidianos, como si estuvieran al otro lado del cristal, como si el mundo siguiera girando y tú te hubieras detenido en un punto muerto, invisible para todos, como si la vida pasara a toda velocidad por delante tuya sin detenerse. Y sigues haciendo cada día lo mismo: abres los ojos, te vistes, sales al mundo... con esa mezcla de resignación y silencio, esperando que al menos no empeore, no porque tengas fuerzas, sino porque no tienes alternativa, porque no hacerlo tampoco cambiaría nada. No tienes grandes ambiciones, no reclamas nada, no buscas la perfección, tan solo algo sencillo y amable que no duela.
viernes, mayo 30, 2025
Nos empeñamos en que los demás hagan lo que nosotros haríamos. Queremos que el otro sienta como nosotros, piense como nosotros, actúe como nosotros actuaríamos ante una situación determinada. Pretender que todos se comporten como tú es ingenuo. No puedes pedirle a un pájaro que nade ni a un pez que vuele. Si no lo hace, no es culpa suya. Hay quien nunca será puntual, por más que lo intente, quien olvidará inevitablemente las fechas importantes, quien será siempre desordenado y quien es incapaz de devolver el cariño que recibe. Juzgar a alguien por no actuar como esperamos es injusto y frustrante. No podemos exigir a los demás que cumplan nuestras normas y expectativas, porque esa no es su naturaleza. Un pez fuera del agua terminará muriendo. El problema es cuando de repente los pájaros se vuelven peces y viceversa. Entonces no sabes si te has equivocado tú o te han engañado. Te dirán que siempre fue así, que no han cambiado, que te confundiste, pero aún recuerdas cuando surcabais los cielos de la mano. Yo también he intentado muchas veces aprender a nadar, me he esforzado en lograrlo a pesar de mis carencias, pero al final siempre acabo ahogándome. No podemos pretender ser quienes no somos solo para encajar, sino que debemos encontrar un lugar donde nos acepten y dejar de disfrazarnos para fingir ser otro. Por eso, procuro no pedir a nadie aquello de lo que no es capaz, pero aún sigo confundiendo peces con pájaros.
martes, mayo 27, 2025
Por desgracia, en esta vida (tampoco conozco otra) hacer lo correcto no siempre es lo más conveniente. Cuando todo el mundo busca esquivar los problemas haciendo equilibrismo para no caer al vacío, empeñarte en mantenerte firme en tus decisiones puede traerte problemas. Tener la razón no te garantiza nada. Habrá quien esté dispuesto a darle la vuelta a las cosas hasta dejarte con el culo el aire. En esos momentos es cuando te das cuenta de que nadie va a mover un dedo por ti y que tus problemas son tuyos y de nadie más, por lo que te planteas si merece la pena luchar por lo que consideras justo. Mientras tanto, quienes están dispuestos a vender su alma a cambio de un poco de tranquilidad y avanzan tomando todos los atajos y haciendo trampas sin rubor viven plácidamente sin rastro de mala conciencia y reciben a cambio los aplausos de la multitud. Cuando todos a tu alrededor se dejan llevar por la corriente sin oponer resistencia, es muy difícil permanecer fiel a tus principios, pero no tienes otros. Admiro a quienes tienen las cosas claras, a quienes ante la tempestad no se quiebran y no tienen un momento de debilidad. No sé si yo sería capaz de hacerlo. Al fin y al cabo se trata de hacer balance entre lo que ganas y lo que pierdes, y a veces una renuncia es la mayor victoria. Puede que hacer lo que crees correcto no te conceda ninguna recompensa sino solo quebraderos de cabeza, pero es lo único que puedes hacer para estar en paz contigo mismo.