viernes, septiembre 28, 2007

Quizás mi problema es que nunca he sabido hacer marketing de mí mismo. Lo importante es saber vender el producto, tal vez sólo valgan ya las apariencias. A menudo contemplo cómo a mi alrededor gente presuntuosa, con la boca llena de palabras vacías, charlatanes, pedantes, presumidos, se revelan a mis ojos, una vez los conoces un poco más, como puro ruido sin nada que ofrecer, resulta que no tienen nada que decir y por eso lo camuflan con palabrería vana. Y no les culpo, pues parece que ahora sólo importa la fachada, da igual que la casa se caiga si la cara que ofrece es bonita. La humildad no se estila, el silencio vende poco, y yo sin embargo nunca he sabido sacar a relucir todas mis virtudes al escaparate. Oculto entre dudas y temores sigo esperando a que alguien se interese por lo que hay dentro.

martes, septiembre 18, 2007

Supongo que hemos acabado por poner fecha de caducidad a todas nuestras relaciones personales. Al igual que un yogur en mal estado o una fruta podrida necesitamos desechar de nuestra vida a personas con las que ya no congeniamos para sustituirlas por otras a quienes alojamos entre nuestros afectos como alimentos frescos y jugosos en el frigorífico, intentando conservarlas siempre como el primer día para que no pierdan ese sabor que tanto nos satisface. Dejas de tener cosas en común, se agotan los temas de conversación, nuestros intereses son divergentes si no opuestos, no vale la pena seguir insistiendo en conservar una relación que no puede ya ofrecernos nada más. Obviamente no todas tienen la misma duración, algunas se echan a perder en un par de semanas, otras duran años y aún mantienen algo del sabor original si sabemos eliminar las zonas marchitas. Todo es de usar y tirar, todo se recicla hoy día, nada permanece... Y aun así hay quien se empeña en tener la nevera llena de cosas podridas.

miércoles, septiembre 12, 2007

El miedo, o al menos una cierta tensión nerviosa ante la expectativa, es lógico en cualquier caso, dudar mil veces de si lo que haces es lo correcto, pensar cada noche que te has equivocado, que no vales para esto y probablemente para nada, que es inútil seguir insistiendo y que lo mejor sería salir corriendo antes de que todos se den cuenta de que eres un impostor, si es que no lo han hecho ya. Todo eso y mucho más recorre mis pensamientos antes de hacer cualquier cosa por pequeña e insignificante que parezca. Pero no te puedes dejar vencer, renunciar por miedo al fracaso, regresar antes de haber llegado, no siempre al menos. Después de todo sospecho que algo parecido le pasa a los demás, y aun así seguimos intentándolo. No queda otra alternativa, todo lo demás sería estar muerto.