viernes, mayo 30, 2003

Decidí, o alguien lo hizo por mí, alejarme de aquello quién sabe si para siempre. No fue una decisión repentina sino que me fui separando lentamente, al principio casi sin darme cuenta, pensando que se trataría sólo de algo temporal como tantas veces había hecho antes, pero se fue convirtiendo por virtud de los días y las semanas en un distanciamiento duradero hasta llegar a este punto en el que el retorno se me hace difícil de creer. Quizás podría intentarlo y lograr regresar con mucho esfuerzo, pero me cuestiono ampliamente si merece la pena.
Y es que desde que me fui nadie se ha interesado por mí, a nadie parece importarle lo que habrá sido de mi vida, si todo seguirá tan mal como siempre o aún peor. Ninguna llamada, ningún mail, ni un sencillo SMS, nada.
No es la primera vez que me ocurre, soy de ese tipo de personas por las que nadie pregunta cuando se van, alguien que no deja huella por donde pasa. Al parecer soy demasiado fácil de olvidar. Por eso, cuando a veces me siento más solo de lo habitual y tengo la necesidad de aquellos que un día aliviaron tanta soledad, desisto de volver convencido de que allá donde fuera nadie celebraría mi presencia. Quizás ni siquiera se hayan dado cuenta de mi ausencia.
Yo también quise renunciar al dolor, ignorar la tristeza, apagar el blues que suena en mi cabeza cada mañana. Pretendía creer que el futuro es posible, rezumar optimismo, reírme hasta de mi sombra. Pero he fracasado en mi intento por ocultar lo que no me interesaba, la realidad siempre acaba imponiéndose y allá adonde voy me aguarda dispuesta a acabar con mis ilusiones. Me llaman triste porque digo la verdad. Desde luego nadie va a decirme cómo me tengo que sentir.
Confieso que a veces miento, que no todo lo que escribo es cierto, que me dejo llevar por las palabras por caminos que no conozco a lugares donde nunca he estado, que prefiero una bella mentira a una verdad no tanto, que finjo que es dolor el propio dolor que siento, que me gusta imaginar casi tanto como vivir, que me escondo detrás de máscaras que me defienden del exterior, que mi vida es menos interesante de lo que presumo, que no soy yo siempre el que escribe con mi mano.
Pero a veces, al leerlo todo de nuevo, me doy cuenta de que todas esas mentiras, máscaras y ficciones dicen más de mí que las cosas supuestamente reales y que sólo cuando me disfrazo me muestro tal como soy.

martes, mayo 27, 2003

Desde que ella desapareció sin huella, como si nunca hubiera existido, trato de hacer las cosas que sé que ella hacía y yo no solía. Escucho aquel programa de radio que tanto le gustaba y yo juzgaba ridículo, visito las páginas que formaban parte de su ruta diaria, leo los libros que ella leía, tan lejanos de mis preferencias anteriores, escucho la música que ella escuchaba, veo las películas que me recomendó y no le hice caso, los programas de televisión que veía, paseo al atardecer y me tiendo en la hierba como hacía a diario, y empiezo a disfrutar del placer que ella extraía de todas esas actividades cotidianas que para mí simplemente no existían. Ahora me gustaría poder compartirlas con ella, hacer juntos lo que alivió nuestra soledad, decirle que he descubierto ese grupo que ella adoraba y yo ignoraba, que me encantó su libro de cabecera, que cada noche es ese programa de radio lo único que consigue arrancarme una sonrisa, que volví a llorar la quinta vez que vi su película, que la echo tanto de menos... .Quizás si hubiera hecho todas estas cosas antes, cuando ella aún era en mi vida, nunca se habría marchado, quién sabe, ahora sólo me preocupa saber dónde está, si sigue haciendo todo como antes, para al menos, al leer, escuchar, ver, navegar, pasear, sentirme de algún modo unido a ella en la distancia y saber que ella ríe y llora con esas cosas sencillas al mismo tiempo que yo.


lunes, mayo 26, 2003

Silenciosa como la muerte, no pide permiso ni consiente queja, brota en la noche como su primavera y me aturde con su semilla poderosa causando en mí reacciones alérgicas. Me embauca, me seduce y me empuja a un turbio camino del que desconfío pero que no puedo evitar recorrer bajo su amenaza. Se apodera de mí, presa fácil del engaño y me arrebata hasta la última de mis esperanzas mojadas. Luego, cuando el amanecer me sorprende derruido e inerme en el lecho de la batalla, pareciera que el mundo estuviera otra vez en su sitio, voy sembrando de ilusiones la mañana, riego de necesidad la tarde y la abono con mis anhelos más persistentes al ocaso, pero ella llega de nuevo cuando las sombras se pierden y se adueña del fruto inmaduro de mis esfuerzos asolando el escenario del deseo que inunda de desconsuelo. Maldita zorra que contamina mis sueños, de la que es imposible huir y me deja siempre destruido e indefenso.


Al final siempre ganan los mismos. Da igual unas letras más o menos, un rostro satisfecho u otro, todos me parecen la misma vulgar persona. Tienen razón, ninguno pierde, ellos no saben lo que es la derrota, ellos con su sonrisa de domingo, sus trajes caros, sus lujosos relojes detenidos hace mucho tiempo, no conocen del frío que se siente cuando el fracaso se encapricha de ti. Todo seguirá igual, aunque algo deba cambiar para eso, ellos allá en su mundo de apariencias olvidarán pronto esas promesas que nunca creímos, nosotros retomaremos críticas que poco les importan. No cabe la derrota en sus planes, bien lo saben, porque ellos son los que inventaron este juego en el que siempre perdemos los mismos.
No me importan tus palabras, puedes decir lo que quieras, yo ya sabía que tú no ibas a ser aquella que yo inventé una vez, cuando aún no sabía que la imaginación es peligrosa y la soledad una enfermedad incurable, no te culpo, tampoco yo soy como pensaba, ni siquiera un esbozo, y es que siempre me tuve en alta estima, sobrevalorando cualidades dudosas, desdeñando defectos innegables. Y es que el futuro ya no es lo que era, nunca lo fue y no lo supimos. Yo, ya me ves, aquí perdiendo el tiempo como si no importara, tú entreteniendo a la vida con trucos baratos, esperando algo que no sabemos qué es, sólo que no se parece en nada a esto, engañándonos con mentiras poco/nada creíbles. Así que puedes seguir hablando como si yo no estuviera, porque estoy más del otro que de este lado, y no me duelen las palabras que son necesarias, aunque sean verdad, aunque casi puedan serlo. Mañana todo seguirá igual, pasado peor, no importa, el tiempo no cura nada, pero alivia los síntomas, así que sigue diciéndome que soy lamentable, o cómo eran tus palabras, ah sí, un desastre, a veces pienso que eres demasiado benevolente conmigo, tendrías que oírme insultándome a mí mismo. Mientras tanto voy a por algo de beber a la cocina, ¿te traigo algo?

sábado, mayo 24, 2003

Me gusta volver allí de vez en cuando. Aquel fue mi hogar durante un tiempo, pero ahora cuando regreso me siento extranjero. Ya no queda nadie de los que compartimos soledad y rechazo, de quienes en noches casi irreales éramos capaces de creer en lo imposible. De todas formas, cuando a veces me encuentro con alguno de ellos, nada es igual ni podría serlo, porque hemos cambiado demasiado y olvidamos cómo soñar.
Cada nueva hoja en el calendario es un motivo más para la nostalgia, cada recuerdo una lágrima que secar, debe ser que nos hacemos viejos cuando miramos más hacia atrás que hacia delante. Tampoco queda otra salida, porque delante sólo hay un muro negro e indescifrable contra el que estamos cansados de estrellarnos.
Cada vez que regreso allí me digo que será la última, que no puedo seguir viviendo en el pasado, pero al poco tiempo vuelvo a sentir la necesidad de retornar al ayer, con la vana esperanza de que algún día en uno de esos viajes encuentre todo como una vez fue y la vida conceda una prórroga incondicional al deseo.

Me enfrento a él como al desconocido que es. Cuando cada mañana intento llegar el primero al espejo y siempre fracaso, ya está allí antes que yo, con mi misma cara de sueño pero puntual. Me pregunto a veces si no habrá pasado la noche en vela en ese mismo lugar esperándome, para vengarse de mí y hacerme sentir un fracasado, y le arrojo palabras cargadas de rencor que él acepta en silencio, como si supiera que las palabras no valen de nada, y le envidio su estoicismo, su entereza frente a la adversidad. A veces desearía estar del otro lado, cambiar nuestro puesto, todo parece tan sereno allá...
Me pregunto cuál de los dos será el primero en faltar a nuestra cita. Aunque estoy tan acostumbrado a su presencia que pienso que no podría vivir sin él.

lunes, mayo 19, 2003

Yo que creía que todo estaba en su sitio, que mi manera de ser, actuar, pensar, soñar, vivir, era la que a mí me gustaba y consideraba más coherente, entonces ves a alguien que es, actúa, piensa, sueña, vive como tú y te das cuenta de tu error. Verme reflejado en tan despreciable personaje me ha hecho sentirme asqueado de mí, renunciar a todas mis creencias, rechazar todo lo que he sido e intentar cambiar de manera radical, ser todo lo más opuesto que pueda a quien fui. Es como si me hubiera creído el mejor vestido de la fiesta hasta que ha aparecido alguien con la misma ropa y me he dado cuenta de mi mal gusto, o como si fuera por ahí creyéndome el más guapo hasta que un espejo me ha devuelto a la grotesca realidad. Porque a menudo criticamos o despreciamos cosas que vemos en los demás sin imaginarnos que son semejantes a nosotros, que eso que hoy nos parece repugnante será lo que mañana haremos sin pararnos a pensar. Nos juzgamos de forma benevolente y no usamos la misma medida con los otros. Así que me he propuesto cambiar, evitar mis reprobables comportamientos habituales y no parecerme más a mí mismo. Pero lo más seguro es que después se me olvide todo y siga siendo este vulgar e inapropiado personajillo sin papel en esta función bufa.

domingo, mayo 18, 2003

Llegué a casa y el otro ya estaba allí, como siempre. Da igual que el tibio roce de los cuerpos y el rumor de la vida desplegándose en la calle haya conseguido animarme temporalmente, siempre acaba convenciéndome y me contagia con su pesimismo, con su falta de ganas, con su exceso de conciencia, y termino convirtiéndome en él. Inevitablemente me vence, cualquier resistencia por mi parte es inútil, es demasiado perspicaz, quizás tiene razón y por eso le creo sin dificultad. Además me conoce muy bien, sabe por dónde cogerme, estudia mis flancos más débiles y ataca sobre ellos con decisión, la misma que a mí me falta para defenderme, así que no lo hago, renuncio a cualquier atisbo de oposición, entrego mis rudimentarias armas, le ofrezco la derrota como saludo, me confundo con él y al final ya no sé quién soy yo y quién el otro.
Quiero pensar que no, que todo está bien, que lo que parece lógico no ha ocurrido, pero a cada instante no puedo dejar de pensar que es así, que no hay otra solución y que lo que no quiero creer es lo que ha sucedido. Sería fácil comprobarlo, una llamada y todo quedaría claro, pero no me atrevo, tengo miedo de encontrarme con la confirmación de mis peores presagios, así que prefiero dejarlo todo en suspenso, continuar inmerso en la incertidumbre permanente en la que vivo, porque es más soportable este incómodo no saber que toparme de frente con la insoportable verdad, porque en el fondo, aunque no quiera reconocerlo, sé que ninguna de esas otras ridículas explicaciones que invento tiene sentido.

sábado, mayo 17, 2003

A veces sueño con un mundo en el que no hubiera que esconder lo que piensas y deseas, en el que nada pareciera ridículo a ojos ajenos, en el que uno pudiera hacer siempre todo lo posible y no se impusiera a sí mismo la censura del pudor. Diríamos siempre lo que pensamos y no trataríamos de aparentar ser cosas que no somos ni pretendemos ser, no intentaríamos impresionar a nadie, ni parecer mejores de lo que somos, nada sería raro ni te mirarían con mala cara por confesar tus secretos más inconfesables, como si ellos no ocultaran los suyos.
No sé por qué me avergüenzo de lo que soy, de que me gusten cosas que nadie entiende, de hacer lo prohibido, de ser diferente, pero la realidad es que es así y a pesar de que me esfuerzo por cambiar esa actitud al final siempre acabo cayendo y me siento vigilado y temeroso de que los demás puedan descubrirme, como si fuera un delito pensar de otra manera o tener esta manera particular de sentir que tanto extraña e incomoda, y es que nadie admite lo diferente, quizás porque le teme o porque le cuestiona su propia realidad a la que se ha acomodado y venera como única e inquebrantable.
Después, tras unos segundos de debilidad, abandono esos sueños indebidos y mirando alrededor con desconfianza, ruborizándome como si alguien hubiera podido leer tales desvaríos en mi mente, me pliego a lo establecido y me dejo arrastrar por la marea de lo cotidiano hacia ese mundo hipócrita de secretos y mentiras del que soy cómplice.


viernes, mayo 16, 2003

Siento muchas veces la tentación del suicidio. De acabar con esta página en la que tanto me cuesta creer. Igual que uno deja de tener ganas de vivir, piensa que no tiene sentido y que es un empeño inútil, a veces siento lo mismo con este blog, dejo de tener ganas de escribir y me cuestiono aquello tan recurrido y sin respuesta de para qué, porque no hay motivos reales para nada de lo que hacemos si no es porque nos da la gana y a mí ya no me da la gana. Pienso que sería mejor dedicar mi tiempo a otras cosas, pero después me doy cuenta de que no tengo otras cosas que hacer, ni siquiera peores, y tras dar vueltas por sitios inconfesables vuelvo derrotado aquí. Esta vez he estado cerca, quizás esto sea una nota de despedida, aunque no es probable porque soy muy cobarde para tomar ninguna decisión. Puede que algún día reúna el valor suficiente para hacerlo y sea capaz de eliminarla, hasta entonces estos pensamientos al menos han conseguido que deje de proyectar mi instinto de autodestrucción hacia mi persona y de pensar en suicidarme realmente.


viernes, mayo 09, 2003

Descubrí tarde que todo era mentira, que me habían estado engañando demasiado tiempo sin que yo me diera cuenta de nada. La culpa no era de ellos, claro está, aunque yo no lo sabía había en mi dejarme llevar un punto de complicidad y de no querer mirar más allá que me condenaba. Promesas falsas, mentiras impúdicas, todo muy bien pensado para que cualquier ingenuo como yo cayera en la trampa. Después de una temporada tratando de huir de aquello y de ser yo mismo me he dado cuenta de que la realidad que he descubierto es bastante más fea y desoladora que aquella ficción que vivía antes, y harto de tanta decepción y miseria he pensado en volver; creyendo que no se trata de saber la verdad sino de estar conforme con la idea que tú mismo te haces de la realidad y tratar de vivir lo más dignamente posible, he decidido dejarme engañar por mentiras que al menos consuelan.


A veces pienso que lo cuido demasiado. Lo trato con excesivo mimo, le consiento todos sus caprichos, lo cobijo en los más seguros rincones de mi hogar, lo arropo para que no coja frío, le dejo hacer siempre todo lo que quiera sin reprocharle nada, le concedo privilegios que no me puedo permitir, pongo en él lo mejor de mí hasta que se adueña de todo mi ser y anula mi voluntad. Me empeño en conservarlo siempre fuerte, en no descuidar su salud lo más mínimo, en alimentarlo en exceso, no permito que se debilite, esforzándome por perpetuar su existencia sin motivo como si fuera lo único que poseo. Me he encariñado con él más de lo razonable, quizás es normal, pero no aconsejable.
No, no merece tanta atención el dolor.

martes, mayo 06, 2003

Siempre es igual, apenas desciendo por los escalones del sueño y de nuevo me encuentro con mi pesadilla, siempre atenta, vigilante, dispuesta a perturbar mi frágil estabilidad, hecha de todo aquello que desprecio, de mis dudas más insalvables y mis miedos más ancestrales, unido de forma compacta, sin fisuras, en una pétrea masa repulsiva que impide el deseo.
Cada día me pregunto si continuará allí cuando regrese, atormentándome y complaciéndose en mi desgracia, o si se habrá esfumado milagrosamente, pero ella persevera, es una perversión de todos mis sueños demasiado insistente, asfixiante, demoledora, que acaba con cada soplo de esperanza que alumbro, una visita improcedente, implacable, casi irreal, que nadie ha llamado pero se invita sola.
Me cuesta mantener la fe en que algún día desaparecerá, se desvanecerá con el alba fría como el rocío de la mañana cede al ímpetu de la luz y el calor, pero es mi llama tan débil que no consigue derretir mi horrible pesadilla.
Hasta que amanezca ese día huyo en lo posible de su encuentro, aunque sé que es inevitable su llegada la aplazo y la reduzco al máximo, por eso, cuando cada mañana entreabro los ojos para comprobar si se ha ido y la veo de nuevo allí junto a mí como siempre, esperándome ya inquieta, decido tapiar mis párpados, darme la vuelta y continuar durmiendo.

sábado, mayo 03, 2003

Hoy vino Dios a verme. No suelo tener visitas por lo que lo recibí con agrado. Hace tiempo que no vienes por casa y ya no me llamas, decía, Sí, ya ves, dejé de creer en ti, Pero ¿hubo algún motivo?, Tantísimos..., me cansé de que nunca respondieras a mis llamadas, A veces estoy muy ocupado, Bah, excusas, tanto que presumes..., Osea que sólo me buscabas por tu propio interés, Bueno, qué otra razón habría, Pues.. no sé, por gratitud, por amistad, por amor..., Desengáñate viejo, todos buscan en ti lo mismo que yo y cuando dejas de interesarles te abandonan. Esto pareció ponerle triste, lo cual me hizo apiadarme de él, Pero tú no te preocupes, puedes venir por aquí siempre que lo desees, ya sabes, por los viejos tiempos, le dije alzando mi copa mientras él esbozaba una tímida sonrisa y una lagrimilla asomaba a sus ojos.
Inútil intentar recuperar las sensaciones perdidas, de nada servirán tantos esfuerzos por conseguir un poco de aquella ilusión, aquella manera de sentir olvidada, ahora ya soy incapaz de remover nada en mi interior aunque estuviera ante las mismas situaciones. El problema no es que no pueda recuperar el pasado sino que no puedo rescatarme a mí mismo de las garras del tiempo. No echo de menos mis recuerdos, echo de menos a aquel que fui y ya nunca seré. Sí, puede que todo vuelva, pero cuando lo haga nosotros ya no seremos los mismos.

viernes, mayo 02, 2003

El silencio se interpuso entre nosotros como un invisible telón de acero. Cuando estábamos juntos nadie tenía nada que decir, sabíamos que toda palabra sería en vano, que el otro nunca entendería lo que uno sentía en secreto. Echábamos la culpa a cualquier cosa resignados a lo inevitable para impedir que su peso se posase implacable sobre nuestras conciencias. Nunca teníamos nada que decirnos, no sabíamos de qué podíamos hablar, no teníamos en común más que nuestras tristes vidas paralelas que nunca lograrían cruzarse. Éramos dos extraños solitarios que el deseo había unido con pocos argumentos.
Cuando ella se fue, una fría mañana sin hacer ruido, hallé la nota de despedida en la mesilla y en ese momento sentí urgente la necesidad de decirle todo aquello que no supe, mi mente se inundó de palabras a deshora, y lamenté no haber sabido nunca qué decirle, ni siquiera alguna sencilla y común palabra a tiempo como por ejemplo tequiero.


Ahora que no comprendo el por qué de tantas cosas en mi vida busco razones que expliquen lo inexplicable. Me agarro a motivos escuálidos que no justifican nada salvo a mis ojos miopes empeñados en que todo tenga sentido. Pero sé que he de renunciar a la razón en un mundo que no responde a ella, mi obsesión por buscar la causa de todas las cosas es absurda cuando de sobra sé que la mayoría carecen de explicación.
Temeroso de un universo abandonado por la razón a veces intento obligar a la realidad a ser de otra manera, me hago trampas a mí mismo para hacerme creer lo imposible, me niego a aceptar lo consumado y me refugio en mis ridículas creencias para huir de la locura del mundo.

jueves, mayo 01, 2003

Alguien me persigue desde hace un tiempo. Intento huir de él por todos los medios. Me lo encuentro en la calle a todas horas, me espera en el trabajo, me acompaña al parque y a comprar el periódico, me sigue hasta mi casa, incluso entra en ella sin pedir permiso. Empieza a darme miedo, no sé qué pretende, qué busca en mí, yo no tengo nada que ofrecerle. Ayer me asustó encontrármelo en el espejo. Y es que por más que lo intento no consigo escapar de ese extraño hombre con mi rostro que me vigila sin descanso.