domingo, septiembre 21, 2003

Ahora que hay quienes han vuelto y otros que se han ido y que yo sigo aquí estancado sin ir ni venir de ningún sitio, no puedo evitar mirarme en el espejo de los demás para ver cómo hemos cambiado. A algunos se les nota el cambio y me pregunto si el no verlo en mí mismo se debe a la falta de perspectiva o a que en realidad éste no se ha producido en mí. Supongo que deben ser ambas cosas, que no he cambiado mucho y además no me doy cuenta de ello, y es que mientras otros iban y venían, se enfrentaban a nuevas realidades que les han marcado, yo no he sabido salir de esta oscura realidad a la que he sido condenado. La vida aquí es una inercia peligrosa en la que te dejas ir sin ser consciente de ello, un tobogán por el que te deslizas a toda velocidad en línea recta hacia el impacto final, la vida aquí es una costumbre, una rutina inquebrantable, un morir silencioso... Cuando llegan ellos con sus promesas de un mundo mejor, asegurando que hay algo más allá de esto, uno se plantea por qué sigue encerrando aquí sin hacer nada, desea huir y después piensa que no sabrá cómo hacerlo. Quizás ese mundo no esté hecho para nosotros, quizás lo que ellos encontraron no tiene nada que ver con lo que yo busco. Quién sabe. Lo más seguro es que nada cambie en adelante, que mientras ellos vienen y van relatando las últimas noticias del paraíso aquí la vida siga igual. Pero no puedo parar de preguntarme ¿Hasta cuándo?

domingo, septiembre 14, 2003

Muchas veces he intentado borrar las huellas, eliminar todo rastro de mi pasado. Avergonzado de cosas que hice trato de pensar que no han existido, de negar realidades lejanas que al despertar duelen, intentado huir de lo que fui, como si fuera fácil negar lo que hemos sido, como si no siguiéramos siéndolo para siempre. Destruyo las pruebas que me inculpan, soborno a testigos peligrosos, evito a quienes me juzgan, pero quien más difícil es de convencer es mi propia conciencia, empeñada en acudir constantemente a lugares prohibidos. Sé que mañana me arrepentiré de lo que hice hoy, y a veces ese pensamiento me paraliza, me siento incapaz de hacer nada destinado a perdurar, a atormentarme en forma de recuerdos futuros. Pero siempre resurgen amenazantes desde mi propia cabeza o desde el exterior poniendo en duda todos mis progresos, a cada paso todo son señales que delatan un ayer del que inútilmente trato de huir sin remedio. Por eso ahora trato de dejar huellas poco profundas, para que el tiempo pueda eliminarlas sin esfuerzo, para que ninguno de mis errores presentes condicione mi futuro, hacer mi vida ligera, intrascendente, pero a veces pienso que es un precio demasiado caro que no puedo permitirme pagar.

jueves, septiembre 11, 2003

Allí estaba yo, después de varias horas de viaje, a orillas del Mediterráneo y sin meterme en el agua. Y es que estaba helada, bueno, y que si hay que bañarse me baño pero bañarse pa ná es tontería, vale. Así que regresé a casa tras otras tantas horas de viaje y me quedé tan contento. Pero así no voy a ningún lado, que si hace frío, que si calor, que es peligroso, que no sirve de nada, etc, etc, excusas, pretextos y disculpas, pero cuándo voy a decidirme a zambullirme en la vida sin pensar si está fría o no.

A veces es sólo una palabra. A veces ni eso. Un gesto, una imagen esquiva, algo que llama mi atención y me llena de recuerdos. Y me acuerdo de cosas que no desearía, de personas que se fueron, de momentos que no volverán... Y a veces alguien dice tu nombre y me giro como si tras él llegaras tú, pero no te encuentro, aunque eso no me pone triste, porque te has convertido sólo en un recuerdo, en una imagen pobre y disminuida de ti misma que no se hace difícil olvidar.

miércoles, septiembre 10, 2003

Demandamos respuestas continuamente. Queremos saber el por qué de todo lo que nos ocurre y de lo que les ocurre a los demás. Como si todo fuera tan fácil. Como si a cada efecto correspondiera una sola y definida causa. Como si uno supiera por qué hace lo que hace o por qué no. Yo también caigo constantemente en el error de querer saber más de lo que está a mi alcance. Pero es ingenuo creer que cada pregunta tiene su respuesta y que las cosas se ajustan siempre a la explicación aparentemente más lógica. Me doy cuenta de que mi comportamiento rara vez se corresponde con aquel que más me convendría o con lo que parecería normal, y ese es uno de mis mayores problemas, intentar averiguar cuál será mi reacción ante cada nueva situación, porque mis actos son totalmente imprevisibles incluso para mí mismo. Por eso no me pidas respuestas. No preguntes por qué hice aquello o dejé de hacer lo otro. No quieras saber por qué me comporto de esta manera Porque no lo sé ni me siento con fuerzas para averiguarlo. Porque hay preguntas que sencillamente no tienen respuesta. Y quizás es mejor así.

domingo, septiembre 07, 2003

Durante estos días he pensado muchas veces que esto se había acabado, resignado a la desilusión y el desencanto terminé por reconocer que no merecía la pena y decidí emplear mi tiempo en cosas más satisfactorias y útiles, como si supiera cómo hacer eso. Así que estaba dándole vueltas a cómo escribir un post de despedida sin que sonara demasiado al típico post de despedida que nunca acaba siéndolo cuando recordé las horas pasadas durante este año escribiendo, leyendo, pensando, dudando sobre las cosas que me ocurrían cada día y analizando mi manera de sentir y me di cuenta de que no podría pasar mucho tiempo sin hacerlo. Así que aquí estoy de nuevo, debatiéndome entre la retórica y el silencio, entre la memoria y el olvido, intentando poner un poco en claro mis ideas sin mucho acierto y decidido a robar horas al sueño, al estudio o a la lectura para seguir buscando un cierto consuelo insuficiente en las palabras.